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MATEO MATHAUS: THE WORLD NOW

EUROPA, EUROPA...

 

El congreso de la paz en Europa propuesto en el siglo XVIII por Charles Irenée Castel, Abad de Saint Pierre (1658-1743), se creyó un delirio hasta el día en que los enemigos seculares, ante los escombros de la Guerra Mundial, comprobaron la absurdidad de sus esfuerzos destructivos y vislumbraron el poder infinito de la unión. Ya en plena guerra (1943) Winston Churchill, enconado protagonista del conflicto, arrastrado por la evidencia, llegó a la conclusión: “es de prever que algún día surgirá un Consejo de Europa … Es una tarea gigantesca. En Europa se encuentra la raíz de la mayor parte de problemas que nos han llevado a dos guerras mundiales … Creo ser un buen europeo y el tomar parte en el renacimiento del genio fecundo y en la restauración de la verdadera grandeza de Europa es una tarea llena de nobleza”. La voluntad política de unificar impuso entonces reformas económicas, dictó medidas administrativas, reformó la diplomacia, ideó programas culturales, y encauzó la vida general de los pueblos. El delirio de ayer es menos que la realidad de hoy: la Unión Europea, superpotencia mundial.

Esas naciones cuya enemistad se creyó eterna, cuyas razas disímiles se tuvieron por causa insoslayable de interminables guerras, cuyas culturas parecían ser por siempre incompatibles, cuyo simple acercamiento, no ya unión, era inconcebible; esas naciones dialogan hoy, estrechan sus relaciones en todo el espectro de la actividad humana, suprimen fronteras, y se familiarizan con el ideal de la unidad en la diversidad.
Foto: El congreso de la paz en Europa propuesto en el siglo XVIII por Charles Irenée Castel, Abad de Saint Pierre (1658-1743), se creyó un delirio hasta el día en que los enemigos seculares, ante los escombros de la Guerra Mundial, comprobaron la absurdidad de sus esfuerzos destructivos y vislumbraron el poder infinito de la unión. Ya en plena guerra (1943) Winston Churchill, enconado protagonista del conflicto, arrastrado por la evidencia, llegó a la conclusión: “es de prever que algún día surgirá un Consejo de Europa … Es una tarea gigantesca. En Europa se encuentra la raíz de la mayor parte de problemas que nos han llevado a dos guerras mundiales … Creo ser un buen europeo y el tomar parte en el renacimiento del genio fecundo y en la restauración de la verdadera grandeza de Europa es una tarea llena de nobleza”. La voluntad política de unificar impuso entonces reformas económicas, dictó medidas administrativas, reformó la diplomacia, ideó programas culturales, y encauzó la vida general de los pueblos. El delirio de ayer es menos que la realidad de hoy: la Unión Europea, superpotencia mundial.  Esas naciones cuya enemistad se creyó eterna, cuyas razas disímiles se tuvieron por causa insoslayable de interminables guerras, cuyas culturas parecían ser por siempre incompatibles, cuyo simple acercamiento, no ya unión, era inconcebible; esas naciones dialogan hoy, estrechan sus relaciones en todo el espectro de la actividad humana, suprimen fronteras, y se familiarizan con el ideal de la unidad en la diversidad.

 

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