El criminal de guerra nazi Erich Priebke (foto), quien se refugió en Bariloche y fue extraditado a Italia, donde fue condenado a cadena perpetua y cumplía arresto domiciliario, falleció hoy, viernes, a los cien años, en su casa de Roma.
Nacido en Hennigsdorf, Alemania, el 29 de julio de 1913, fue capitán de las Waffen SS y secundó al teniente coronel Herbert Kappler, jefe de la Gestapo en Roma y quien comandó la “Matanza de las Fosas Ardeatinas”, a 14 kilómetros al sur de esa ciudad, el 24 de marzo de 1944, en la cual las tropas nazis fusilaron con tiros en la nuca a 335 italianos, en su mayoría presos políticos, más 75 judíos que iban a ser deportados a campos de exterminio, como represalia por la muerte de 31 soldados alemanes y dos civiles locales en un atentado cometido el día anterior por los partisanos.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Priebke fue internado en un campo de prisioneros británico al nordeste de Italia, del cual escapó en 1946 y huyó a la Argentina, como otros centenares de nazis.
Tras permanecer cinco años en Buenos Aires con su esposa, en 1951 se mudaron a San Carlos de Bariloche.
En esa ciudad del sur argentino, el “buen vecino” Erico -como lo describía la campaña iniciada para evitar su deportación- dirigió el Instituto Cultural Germano-Argentino y su colegio primario y secundario, el Instituto Primo Capraro, y se había convertido en un pilar de la sociedad local.
En 1991, Esteban Buch denunció su participación en la masacre de Roma en el libro “El pintor de la Suiza argentina”, que incluye la historia de otros nazis radicados en Bariloche desde la década de 1950.
Sam Donaldson, un periodista cazanoticias que estaba tras los pasos de Reinhard Kopps, quien también participó de ese crimen, lo encontró usando el nombre falso de Juan Reinhard Maler, pero este negó haber estado involucrado y delató a Priebke, cuyo paradero era desconocido hasta entonces.
El reportero lo entrevistó en la calle en 1994 y el criminal reconoció su autoría en los fusilamientos, y si bien los lamentó, se escudó en la obediencia debida.
La difusión de la noticia impulsó un proceso de extradición por parte de la Justicia italiana, el cual finalizó al año siguiente y, tras numerosas apelaciones, Priebke fue condenado a cadena perpetua en marzo de 1998, pero con arresto domiciliario debido a su avanzada edad.
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