La lengua preeminente en la enseñanza debe ser la lengua que aglutine a todos, es decir la mayoritaria en un país...
Por Eduardo Goligorsky
Después de dar la voz de alarma sobre el choque de civilizaciones, Samuel P. Huntington describió en otro libro, ¿Quiénes somos? (Paidós, 2004), los múltiples desafíos que enfrenta, a su juicio, la identidad nacional estadounidense. Uno de ellos es el que plantea la creciente influencia de la minoría hispana, cuya lengua amenaza con volverse hegemónica en según qué estados y ciudades. Como veremos, desde otra perspectiva, la amenazada es la lengua de esos mismos hispanos.
Para quienes vivimos en España, esto de las lenguas a la greña es un fenómeno cotidiano. Para abordarlo con un criterio racional, igualmente válido para el caso estadounidense, español o de otros países donde dos o más lenguas están a la greña, hay que recurrir, nuevamente, a las enseñanzas magistrales que nos legó, en su indispensable El paraíso políglota (Taurus, 2000), el profesor Juan Ramón Lodares:
Quienes, sin embargo, no se han acogido a tal corriente tradicionalista, ni al tópico de las esencias e identidades, han tendido a pensar que las lenguas ni eran patrimonio natural o esencial, ni definían a ningún pueblo o cultura -conceptos estos ya de por sí imposibles de definir- ni eran, ni son, una riqueza en sí mismas. Las lenguas estaban más bien sujetas a los avatares de la sociedad y a los intereses de la gente. De modo que si el interés de muchos que no lo dominaban pasaba por el español, había que facilitarles el tránsito hacia esa lengua y su dominio genuino, aunque en el viaje seguramente se perdieran otras formas de expresarse. La ciudadanía no estaba obligada a dar cada paso calculando si se traicionaba, o no, la tradición y el abolengo. Nada estaba trazado por los siglos de los siglos según una herencia lingüística, cultural, foral, natural y divina que pesaba como una losa caída del cielo y con la que uno estaba identificado de la cuna a la sepultura. La realidad era que, en las lenguas, los vínculos económicos, el interés y la necesidad de entenderse, los asuntos materiales, en suma, pesaban más que aquellos lazos gaseosos trazados en el vacío por el espíritu, la naturaleza y la ley divina.
Temores infundados
La realidad parece demostrar que los temores de Huntington eran infundados, no obstante el imparable crecimiento de la comunidad hispana, que, según algunos cálculos, puede alcanzar en el 2050 un total de 132 millones de miembros (La Vanguardia, 20/10/2008). Y eran infundados precisamente porque, como explicaba Lodares,
los vínculos económicos, el interés y la necesidad de entenderse, los asuntos materiales, en suma, pesaban más que aquellos lazos gaseosos trazados en el vacío por el espíritu, la naturaleza y la ley divina.
En Estados Unidos, el inglés es el idioma que reúne todas las condiciones necesarias para aglutinar a los ciudadanos en torno de sus intereses comunes, sin caer en la trampa de los experimentos multiculturales, así como el castellano las reúne para asegurar la comunicación, las transacciones económicas y culturales, las garantías jurídicas y la movilidad en todo el territorio de España, aunque ello colisione con los caprichos políticos involucionistas de los balcanizadores impenitentes.
Huntington reconoce, en su libro, el poder cohesionador de la lengua inglesa, poder este que no descansa sobre los factores identitarios que él idealiza, sino sobre bases eminentemente materiales. Reproduce, por ejemplo, los argumentos de la reverendo Alice Callaghan, sacerdote episcopaliana y directora de un centro comunitario hispano:
Los padres no quieren que cuando sus hijos sean mayores, trabajen en talleres donde los exploten ni que sean empleados de la limpieza en los edificios de oficinas del centro de la ciudad. Quieren que vayan a Harvard y a Stanford, y eso no pasará a menos que dominen realmente bien el inglés.
Y añade el mismo Huntington:
Según un sondeo de 1998 realizado a nivel nacional, el 66 % de los padres hispanos desean que sus hijos aprendan inglés "a la mayor brevedad posible, incluso aunque ello suponga que se queden rezagados en otras materias". Los padres hispanos encuestados en 1996 en Houston, Los Ángeles, Miami, Nueva York y San Antonio dijeron que enseñar inglés era, con mucho, la tarea más importante que realizaban las escuelas (...) El ímpetu más importante que recibió la propuesta contraria a la enseñanza bilingüe provino de un grupo de padres hispanos de Los Ángeles, que retiraron a sus noventa hijos de la escuela como protesta por la inferior educación que recibían en las clases bilingües.
Coaccionados y humillados
Ya me parece oír cómo los partidarios de la enseñanza monolingüe en catalán manipulan esta controversia para reforzar su política discriminatoria. La verdad es que en todo el territorio de Estados Unidos el inglés es la lengua de uso universal y las demás, si existen, son subsidiarias. Y en España dicha función la cumple el castellano, de manera que quien no lo maneje con fluidez y correctamente estará en inferioridad de condiciones. Las preferencias otorgadas a otras lenguas no sólo chocan con las sentencias judiciales, sino que perjudican a sus hablantes, tanto si éstos creen haber conquistado la plenitud de sus derechos como si se sienten coaccionados y humillados. La filosofía balcanizadora es la que justifica que haya ínsulas Baratarias donde se pierde el tiempo en las escuelas aprendiendo aranés... ¡o el silbo gomero, medio de comunicación de los antiguos paisanos de la isla de La Gomera, que según Lodares está entre el silbido y el grito agudo y que se enseña en las escuelas canarias desde 1999! El bilingüismo, que en Estados Unidos es una rémora, puede ser la tabla de salvación para los niños víctimas de la inmersión monolingüe en las mal llamadas "comunidades históricas".
En síntesis, según un estudio realizado por los demógrafos del Centro Lewis Munford de la Universidad de Nueva York (LV, 10/12/2004),
entre niños hispanos de segunda generación, el 92 % habla bien o muy bien el inglés, pese a que el 85 % de ellos hablen español en casa (...) El 70 % de los niños mexicanos de tercera generación habla sólo en inglés.
Una aduana lingüística
Esta uniformidad es la que querrían conseguir, con el catalán, los gestores del secesionismo, para levantar una aduana lingüística entre España y su flamante república. Los factores materiales que lo impedirán son los enumerados en el fragmento arriba reproducido del libro de Lodares. Sólo conseguirían, en todo caso, engendrar una variante catalana del spanglish, un híbrido del castellano y el inglés que, como observé al principio, amenaza la lengua original de los hispanos. El lingüista mexicano Ilan Stavans, especialista en spanglish, ha escrito (LV, 28/3/2005):
El aprendizaje y la asimilación del inglés en el seno de la comunidad hispana no es sólo rápido y sólido, sino que es comparable al de otros grupos y comunidades que emigraron a Estados Unidos. Pero, a pesar de este fenómeno, lo cierto es que el spanglish no desaparece a medida que aumenta la soltura en el inglés. Al contrario, crece en importancia (...) No hay un spanglish, sino muchos. Una clase de dominicanish es hablada por dominicano-norteamericanos en el barrio de Washington Heights al norte de Manhattan, y es distinto del pachuco hablado por los mexicanos en El Paso y el cubonics hablado por los cubanos en Union City. Y no cabe olvidar el omnipresente cyber-spanglish, empleado principalmente por los webones o grandes aficionados a internet.
Para demostrar la riqueza y originalidad del spanglish, Ilan Stavans tradujo a esta ¿lengua?, ¿jerga?, ¿dialecto?, el primer capítulo de El Quijote. Empieza así:
In un placete de La Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase (...) It is known, pues, que el aformencionado gentleman, cuando se la pasaba bien, which era casi todo el año, tenía el hábito de leer libros de chivaldría with tanta pleasura y devoción as to leadearlo casi por completo a forgetear su vida de hunter y la administración de su estate.
España afortunadamente indivisa
Procuro imaginar lo que sería una traducción del Tirant lo Blanc a la lengua de la Ítaca soberana, lengua que haría palidecer al spanglish: derivada del castellano y el catalán, con injertos de aranés, incorporaría, por ósmosis, elementos de la tercera lengua más hablada en Cataluña... ¡el amazig, idioma de 100.000 inmigrantes! (LV, 28/7/2008).
Basta de fantasías retrógradas. El Gobierno debe exigir que la Nomenklatura autonómica cumpla las sentencias judiciales y eduque a los niños en la lengua de esta España todavía afortunadamente indivisa, única lengua que les permitirá ensanchar su horizonte profesional y humano, dentro y fuera de Europa. Este es un privilegio del que sólo disfrutan, en Cataluña, y en escuelas privadas, los vástagos de la élite, mientras a los hijos de los plebeyos y los metecos, cantera del clientelismo político, se los obliga a sumergirse en un monolingüismo esterilizante en las escuelas públicas.
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