Esto es una guerra dentro y fuera de la UE contra la Europa que defiende políticas de rigor: Y están atacando a los eslabones más débiles...
EL GOBIERNO PLANTA CARA A LA PRESIÓN DE LOS QUE QUIEREN FORZAR EL RESCATE
Guerra a los especuladores
- Sáenz de Santamaría, se entrevistó ayer con la directora gerente del FMI, Lagarde
MADRID- El Gobierno ha empezado a interiorizar que los molinos sí eran gigantes, pero en cualquier caso, dice que está decidido a seguir dando la batalla en clave diplomática –contra ese frente común implícito que han constituido Bruselas, Berlín y Banco Central Europeo (BCE)– y contra los «ataques especulativos externos». Ayer la canciller alemana, Ángela Merkel, tuvo un gesto de apoyo hacia el Ejecutivo de Rajoy al pedir confianza en España, en sus reformas y en su capacidad de estabilizar al sector financiero. Más palabras, sí, pero que adquieren especial relevancia ante las presiones externas para forzar el rescate bancario.
«La difícil herencia»
Después de hablar con el presidente español, Mariano Rajoy, Merkel defendió que España «es un aliado en el camino hacia la consolidación fiscal dando simultáneamente impulsos al crecimiento». Al respecto, Merkel dijo ayer que «no hay tabúes» para cambiar los tratados europeos, pero con la precisión de que «no hemos llegado aún a esa fase». En su capote a Rajoy, la canciller alemana sacó a relucir la «difícil herencia» que éste recibió del PSOE, y defendió su apuesta «por las reformas estructurales y por la transparencia». El miércoles, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, viajó de urgencia a Berlín para entrevistarse con su homóloga alemana.
Hay que decir que el rescate bancario era una posibilidad que ni se mencionaba en el círculo gubernamental o en las filas populares hasta esta semana, y que ayer empezó a ser reconocido como una solución alimentada desde algunas instancias comunitarias que se sitúan en las antípodas de la política de rigor...
El Ejecutivo no tira la toalla, si bien de puertas adentro cada vez hay más voces que son conscientes de que «fuera se están precipitando en decidir cómo vestir y cómo presentar en sociedad» la posible intervención.
Mariano Rajoy presidió ayer en La Moncloa la reunión de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, cumbre que se celebró bajo el telón de fondo del tirón de orejas del BCE a la gestión de Bankia y con el ruido de la exigencia de Bruselas de que se presente el plan de saneamiento de la entidad financiera nacionalizada. Ni Rajoy ni tampoco el ministro de Economía y Competitividad asistieron a la votación del nuevo decreto ley de la reforma financiera, que se celebró a las dos y media de la tarde en el Congreso. Dos ausencias que avivaron más la incertidumbre que presidió los corrillos parlamentarios, en una mañana en la que los ministros no se dejaron ver salvo cuando no tuvieron más remedio que acudir a votar.
Ante la gran pregunta sobre de dónde va a salir el dinero para la recapitalización de la banca, de las tres posibilidades –el propio sector, fondos públicos o fondos europeos–, el Gobierno mantiene que sigue trabajando con la opción de la deuda pública y las ampliaciones de capital. Esto obligaría a cambiar los calendarios de subastas del Tesoro, con el riesgo del sobrecoste en su colocación derivado de una prima de riesgo desbocada y una escalada de presión de los mercados sin fin. Pero en el Ejecutivo continúan trabajando en esa dirección, con la vista también puesta en el camino del rescate directo de los bancos, que Berlín no acaba de desbloquear.
En Moncloa sostienen que los mercados y los especuladores han comenzado una carrera contra reloj esperando una intervención inmediata y su prioridad es combatir ese «ataque» con decisiones internas y con una ofensiva diplomática que ha coincidido con la entrevista de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, con el secretario del Tesoro de EE UU, Timothy Geithner, y con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. «Ya lo hicieron con Grecia, con Irlanda y con Portugal, y ahora nos han colocado a nosotros en el centro de la diana», explican fuentes gubernamentales. Una «situación de emergencia», una vez que ya se ha visto que los inversores internacionales son los que han ido marcando los tiempos en la crisis europea.
«La petición de Bruselas de más medidas ha sonado a preparación del terreno para una intervención. Es el discurso y el procedimiento de ocasiones anteriores», admitían ayer en la bancada popular. Pero el Gobierno sigue resistiéndose a esa sensación de inevitabilidad.
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