Pepiño ¡campeón!
Hay que ver cómo se ponen algunos por nada o por casi nada. Enseguida saltan como fieras a la yugular del adversario y todo por una tontería como la copa de un pino. De pronto ha saltado a los medios de comunicación la denuncia de un empresario gallego que afirma que ha pagado sobornos a distintos políticos para que le ayudasen en la obtención de suculentas subvenciones y entre los presuntos beneficiarios de la generosidad de este señor figuran dos diputados autonómicos que han dimitido y el mismísimo Sr. Ministro de Fomento D. José Blanco, Pepiño para algunos, azote de la oposición y perpetrador de la pronunciación del idioma español.
Los presuntos beneficiarios de los sobornos se han apresurado no sólo a negar tales “untamientos”, sino también ¡cómo no! A anunciar la interposición de las correspondientes querellas contra el denunciante. Hasta ahí, lo normal en estos casos.
El Sr. Blanco ha negado las acusaciones y ha admitido que, a petición de un primo suyo, ordenó parar el coche oficial en el que viajaba cerca de la ciudad de Lugo para reunirse dentro del coche con este empresario quien le pidió que se interesase y agilizase las subvenciones pendientes lo que, según el Ministro, no se llevó a cabo.
Y van estos de la oposición y piden que el Ministro dimita. Pero, vamos a ver, ¿en qué país estamos? ¿Acaso no es lo más normal del mundo que los Ministros se citen en las gasolineras y se reúnan en los coches oficiales con aquellos empresarios que quieren pedirles algo especial? ¿No es lo más normal del mundo que se haga así? ¿Para qué están los coches oficiales si no es para reunirse con los empresarios necesitados de favores oficiales? ¿Para que están sino las gasolineras? ¿Y los primos? ¿Quién no tiene un primo o, en su caso, un hermano en Sevilla que se ocupa de concertar citas y encuentros con los Ministros del Gobierno de España?
Ya son ganas de sacar las cosas de quicio. La oposición no puede comprender que la cercanía a los ciudadanos consiste precisamente en éso, en ser tremendamente accesibles, en poder despachar la concesión de subvenciones en cualquier sitio, incluso, en el coche oficial, en una gasolinera a 600 kilómetros de la sede del ministerio de turno.
Mala leche es lo que tienen los de la oposición, una mente calenturienta y perturbada. Que a uno le pillen mintiendo como un bellaco en relación al colegio de sus hijos, vale. Pero que intenten convertir la campechanía, la amabilidad y la cercanía en algo sospechoso es de todo punto intolerable. ¡Que dimita la oposición por favor! ¡Animo, Pepiño! Blanco y en botella. Tú sí que eres un campeón.
Santiago de Munck Loyola
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