El vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Lucas Papademos, puso ayer a España como ejemplo de deterioro .
El Gobierno aprobó hace apenas tres meses su nuevo cuadro macroeconómico. Pero esas previsiones están ya a punto de saltar por los aires. El empleo se comporta peor de lo esperado, la corrección del déficit público no acaba de llegar, la inflación ha repuntado por el aumento de los carburantes, y, por si esto fuera poco, la solvencia del Reino de España se tambalea en los mercados internacionales al calor de lo que se ha venido en denominar ‘tragedia griega’. La incipiente recuperación en algunas actividades productivas, industria -a causa del automóvil- y servicios, no parece suficiente para dar la vuelta a la situación.
La coyuntura es tan complicada que hoy por hoy la mayoría de los institutos de coyuntura apuesta porque la economía española ha continuado en recesión durante el primer trimestre de este año. O lo que es lo mismo, decreció un 0,1%. De confirmarse estas estimaciones, se estaría ante ocho trimestres consecutivos de contracción del producto interior bruto. De lejos, el periodo recesivo más prolongado desde el fin de la autarquía (1959).
Aunque el INE no dará a conocer el avance de la Contabilidad Nacional Trimestral hasta el próximo 12 de mayo, los servicios de estudios del Banco Santander, Funcas, Caja Madrid o AFI dan por hecho que la recesión continúa, lo que parece consistente con los datos más recientes de coyuntura.
El empleo, que es la variable clave desde el punto de vista del crecimiento, continúa cayendo en términos de Seguridad Social a un ritmo anual del 2,57%. Mientras que el paro no deja de subir. Pero es que tampoco se observa una mejora en las cuentas públicas, como ayer puso de manifiesto la Intervención General del Estado (IGAE). Según esos datos, el déficit presupuestario en términos de contabilidad nacional (incluyendo no sólo lo que se ingresa y paga sino también los compromisos adquiridos) se situó en el 0,85% del PIB, por encima incluso del año anterior en el mismo periodo. Es decir, que no sólo no mejora sino que continúa ensanchándose el desfase entre ingresos y pagos. El Estado se ha gastado en lo que va de año 8.908 millones más de lo que ha ingresado.
La parte positiva tiene que ver con el hecho de que los recursos no financieros del Estado crecieron un 5,5% respecto de hace un año, lo que supone un respiro desde el punto de la recaudación. Pero esta evolución tiene letra pequeña. Los ingresos por IVA crecen a ritmos del 10,5%, aunque en parte por el descenso de la participación de las administraciones territoriales en los ingresos del Estado y en parte por el ‘efecto adelanto’. Muchas empresas están anticipando las compras para eludir la subida del IVA prevista para el 1 de julio.
La Bolsa baja más que en Europa
Y todo ello en un contexto financiero extremadamente complicado derivado de la crisis griega. Ayer el IBEX 35 se dejó un 4,2%, la mayor caída desde febrero. Desde que comenzó el año ha perdido un 13,7%, más del doble que el Eurostoxx 50, que acumula un descenso del 5,7%. La causa del desplome tiene que ver con las crecientes dudas sobre la capacidad de Grecia para pagar sus deudas, pero en los mercados se extiende la idea de que algunos gobiernos no van a ser capaces de cumplir el escenario de consolidación fiscal comprometido ante Bruselas, y que supone situar el déficit público en el 3% a finales de 2013. Y entre ellos, el español.
El riesgo país de España se situó ayer en el nivel más alto de su historia, según la cotización de los seguros de impago sobre su deuda. Los CDS (credit default swaps) de los bonos españoles a 5 años se dispararon por encima de los 200 puntos básicos, nuevo récord histórico. Esto significa que el coste de comprar protección contra un impago de la deuda española se ha elevado hasta 200.000 euros por cada 10 millones de euros. Sólo en el último mes, el CDS español se ha duplicado tras pasar de 100 a 200 puntos. Los CDS sobre los bonos de otros países también experimentaban un repunte sustancial. El griego se iba hasta los 735 puntos, en tanto que el de Portugal superaba los 340 puntos. El riesgo español se situaba al nivel de Hungría y por encima del de Italia, Rusia, Filipinas o Indonesia.
Riesgo país, pero también riesgo bancario, y eso explica que las entidades financieras fueran ayer las peor paradas en el descalabro general. El Banco Santander perdió un 5,68% de su valor y BBVA un 5,3%. En el mercado cada vez hay más preocupación por que se cumpla una premonición realizada hace unas semanas en privado por un directivo del Banco de España. La crisis comenzó siendo financiera, después se trasladó a la economía real y al final ha acabado por arrastrar a los gobiernos. El peligro es que vuelva a su punto de partida: con bancos y cajas sometidos de nuevo a la tempestad por su baja solvencia.
Las tensiones son tan fuertes en la eurozona por falta de impulso político para resolver la crisis (y ausencia de instrumentos institucionales) que el euro traspasó ayer la cota de 1,32 unidades por dólar, lo que atiza todavía más la presión sobre los precios. En particular del petróleo. Aunque el barril de crudo permanece estable en el entorno de los 85 dólares, el tipo de cambio elevará la factura energética, y, por lo tanto, las gasolinas. Es decir, se cierne un nuevo peligro sobre la economía en forma de inflación. Funcas trabaja ya con la hipótesis de que el año se cierre con 2,1% de inflación en términos acumulados. O un 1,6% en media anual. Una inflación baja en términos históricos, pero elevada teniendo en cuenta el momento macroeconómico.
De confirmarse estas previsiones, la inflación volverá a comerse parte de la renta disponible de las familias, lo cual es especialmente relevante en un contexto de bajo consumo; mientras que también las cuentas públicas sufrirán un fuerte golpe. El Estado tendrá que abonar a los pensionistas una paga adicional que puede suponer un desembolso extra de más de 3.000 millones de euros.
Con razón, el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Lucas Papademos, puso ayer a España como ejemplo de deterioro fiscal, junto con Grecia e Irlanda, por el aumento del déficit público registrado en 2009, hasta el 11,2% del PIB. Papademos alertó de que estos desequilibrios suponen un riesgo para el crecimiento y reclamó un estricto cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC). Los mercados le dieron la razón
2 comentarios
ESTIGMA -
http://www.abc.es/20100428/nacional-politica/maquillaje-paro-201004281046.html
mamma -
IGNACIO CAMACHO
Miércoles , 28-04-10
VEINTE por ciento de desempleo. Ésa es la terca realidad que late por debajo de las polémicas estériles y del humo de las hogueras aventadas por una clase dirigente autista. Ése es el retrato fidedigno de esta España a la que algunos tratan de presentar como una nación atribulada por la falsa resurrección de los fantasmas del pasado: cuatro millones seiscientos mil españoles malviviendo sin trabajo en una economía estancada. Casi un millón de ellos no recibe prestación, y otros tantos -en muchos casos se trata de las mismas personas- tienen más de 45 años y nulas expectativas de salir del paro. Pero a los sindicatos autodenominados «de clase» sólo parece preocuparles el empleo de un ciudadano, que además es funcionario público. Se llama Baltasar Garzón Real.
Ésas sí son las verdaderas dos Españas. El país real, devastado por una crisis apenas acolchada por los subsidios, diezmado en su tejido productivo, bloqueado de crédito y de expectativas, y el país virtual, dibujado por una dirigencia enfrascada en el mantenimiento de sus privilegios de poder. Con su demoledora irrupción en el horizonte de la opinión pública, la Encuesta de Población Activa -conocida antes de tiempo por un error informático; quizá la estaban peinando para tratar de restarle una décima al guarismo fatídico del veinte por ciento- ha desnudado la falacia de los debates artificiales con que se entretiene nuestra nomenclatura política. Todo el delirio de la resurrección tardofranquista, toda la faramalla propagandística contra el Supremo y el Constitucional, toda la agitación callejera en supuesta defensa del juez Garzón, todo el especulativo manoseo en torno al Estatuto de Cataluña, toda la agenda onírica consignada por el zapaterismo para contrarrestar la evidencia de sus incapacidades ha quedado demolida de un golpe por la contundencia de unos datos estremecedores. Veinte por ciento de paro -el doble que la Grecia en quiebra-, un Gobierno inerte y unos sindicatos mudos, absortos en la fantasmagoría de la memoria histórica para eludir la responsabilidad de su papel en este presente despiadado.
En un panorama de gravedad tan crítica, la actitud de la clase dirigente -incluida una oposición contemplativa o narcotizada- resulta una auténtica anomalía democrática. Ajena a la parálisis socioeconómica, ensimismada en la fabricación de polémicas-señuelo, entregada a un absurdo revisionismo de las pautas de convivencia y a la pugna clientelar por cuotas de mercado electoral. Cataléptica, colapsada, en estado de bloqueo funcional. Absorta en una extraña pasividad autocomplaciente, poseída por una frivolidad irresponsable. Un día, en el futuro, alguien estudiará este fenómeno y se hará preguntas: cómo pudo suceder que la prosperidad de un país se desangrase mientras sus dirigentes rebuscaban entre tumbas de una guerra remota las huellas de su propio fracaso