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MATEO MATHAUS: THE WORLD NOW

Ministro SoZialista Venezolano: Nos conviene que haya pobres para que nos voten...

Ministro SoZialista Venezolano: Nos conviene que haya pobres para que nos voten...

Ministro venezolano revela plan chavista para los pobres...Héctor Rodríguez a cargo del ministerio de educación advirtió que en sus planes no está sacar a la gente de la pobreza ir llevarla a la clase media "para que se vuelvan escuálidos" y no los voten..

El socialismo responde, como tal, a los instintos de bajeza del hombre necio. El socialismo nace del sentimiento del autorrechazo, del sentirse-inferior. El socialismo nace del complejo de inferioridad.
Es cierto que los dirigentes socialistas buscan la igualdad. Pero atiéndase a esto: buscan la igualdad entre los hombres, siempre y cuando ésta no les incluya a ellos mismos. No hay más que ver a los líderes socialistas de hoy en día: defienden férreamente la educación pública, al mismo tiempo que sus hijos estudian en los mejores colegios privados de Europa; dicen defender al pobre y desprotegido, al mismo tiempo que habitan sus lujosas mansiones o apartamentos de varios centenares de metros cuadrados en las calles céntricas de los mejores barrios de las ciudades.
El dirigente socialista es como un falso doctor: precisa de la enfermedad para llevar a cabo su trabajo. La diferencia entre un doctor y un socialista, no obstante, es muy clara: mientras el primero se dedica noblemente a su profesión con más o menos éxito, el segundo no tiene intención alguna de curar, sino más bien de agravar la enfermedad, pues necesita de ésta para mantener su puesto. Si la enfermedad no existiese, ¿para qué querríamos doctores?
El problema que surge a la hora de hablar del socialista, es que éste no es sino un hombre pérfido que dice ser doctor, pero cuya única fuerza motora es el aprovecharse del paciente ignorante. Y cuando nombro a la enfermedad que el socialista dice curar, no me refiero a otra que la pobreza: el malestar social, las penurias económicas, los desastres, la desigualdad. Lejos de intentar superar estas facetas, el socialista busca agravarlas. ¿Qué sería del movimiento socialista si todos los hombres a los que dicen proteger viviesen privilegiadamente? La respuesta es sencilla: el socialismo desaparecería.
Pero el socialismo no quiere desaparecer: quiere perdurar. Quiere hacerse eco en una sociedad que no necesita de su veneno. El socialismo se alimenta del malestar, de la indignación popular, de la desigualdad. ¿Qué interés puede tener un movimiento político en hacer desaparecer la mano que lo alimenta? Desde luego, todo lo que el socialismo dice combatir, no son sino embustes, burdas mentiras, excusas, máscaras tras las que ocultar la verdad del socialismo. ¿Y cuál es esa verdad? La verdad de sus dirigentes.
Cuando nombro las mentiras del socialismo, no hablo de sus miembros más básicos y sencillos, sino precisamente de sus dirigentes. No es que aquellos que sustentan el socialismo desde la base sean más verdaderos que los que se sitúan a la cabeza, solo que su mentira es distinta. Mientras la de sus dirigentes es una mentira pensada, concienciada, manipulada y calculada fríamente para envenenar, la mentira del socialista de la base piramidal es una mentira en la que él mismo cree: es un embuste ficticio, impuesto a golpe de hierro candente. Es, en definitiva, un error intelectual, un problema de aceptación y de complejos, una mentira infundada, introducida a base de la mentira en las mentes simples de quienes han visto succionadas sus ideas por una idea muy común: el socialismo. Ya tendremos tiempo de analizar esta mentira en otro momento.
Pero la mentira del dirigente socialista es muy distinta a esta otra mentira. La mentira del dirigente socialista es una mentira diseñada para manipular, para chupar la sangre a la vida de todo lo noble. Con la promesa de un mundo mejor, este colectivo, este populacho,  ha conseguido envenenar las mentes simples y huecas de todos sus seguidores. ¿Qué es lo que buscan desesperadamente? Poder.
Efectivamente, poder es lo que buscan. Un movimiento político basado en el liberalismo no busca sino ceder poder, repartirlo entre los ciudadanos para que éstos, haciendo uso de su libertad, compitan por él en la medida de sus capacidades. Pero el líder socialista busca poder, y lo quiere para él. Y la única forma de conseguir un poder suficiente para cumplir sus ambiciones no es sino robándolo. ¿Y qué mejor forma de arrebatar poder que aquella en la cual todo hombre ciudadano de un país pierde toda su capacidad de decisión, en favor de un Estado invencible, fuerte y todopoderoso que administra todos y cada uno de los recursos a su disposición, le niega el derecho a la propiedad privada, impide satisfacer sus ambiciones personales, y niega todo derecho a la iniciativa personal? ¿Qué sangre puede quedarle en las venas a un hombre avasallado de tal forma que, sin importar su trabajo, su rendimiento, su capacidad, su inteligencia o su astucia, recibirá lo mismo que el gandul, el torpe, necio, ignorante y carente de espíritu de ambición? El hombre es libre en el mundo, y ningún Estado es legítimo para anular la propiedad. ¿Por qué toda iniciativa debe quedar reducida a nada si no es producida a través de un Estado omnipotente y controlador, por qué el hombre noble creador debe vivir sometido a un control, y efectuar toda acción de su vida a favor de un colectivo? No es el Estado legítimo para privar de tal libertad al hombre, pero la sociedad pueblo engañada y creída poseedora de la verdad, se ha creído también poseedora de la facultad para legitimarlo. Mas, ¿qué determina que el hecho de que un poder sea atribuido a una persona o institución determinada de manera populista y por la mayoría de los miembros de una sociedad, sea, en definitiva, legítimo? Pues atiéndase al error de considerar todo lo elegido popularmente y por mayoría como legítimo. El socialismo parte del apoyo recibido por una mayoría de las masas populares, mas, ¿significa eso que sea legítimo o verdadero? Los seguidores del socialismo parecen disfrutar con la esclavitud que sus dirigentes imponen. Pero, ¿es justo o razonable que la mayoría de las voces populares, oponiéndose a la principal razón de ser del Estado, deban esclavizar a la minoría que quiera ser libre? Más justo es, sin duda, que si resultase forzoso, los menos obliguen a los más a permanecer libres, lo cual no puede traerles daño, y no que los más, para satisfacción de su vileza y su instinto de bajeza, fuercen perniciosamente a los menos a ser sus compañeros de esclavitud. Los que no pretenden sino su propia y justa libertad tienen siempre el derecho a ganarla, cuando quiera que tengan poder, por numerosas que sean las voces que se les opongan.
Para ejemplificar esta gran mentira universal, no tenemos más que retroceder la vista hasta la organización de la antigua URSS. Mientras toda iniciativa privada y toda libertad ciudadana habían sido erradicadas, y mientras el pueblo, muerto de hambre, se repartía igualitariamente su propia miseria, sus dirigentes, líderes comunistas, tan favorables a la igualdad, nunca abandonaron las lujosas estancias del Palacio del Kremlin, nunca renunciaron a sus privilegios, a su inmunidad ante la ley, a su plato caliente en la mesa todos los días. He aquí una muestra de la hipérbole de la hipocresía.
Por añadir otro ejemplo, dirijamos la vista ahora a nuestro lejano prójimo de Corea del Norte, un país tipo del comunismo (socialismo) más extremo. Mientras cerca del 30% del Producto Interior Bruto del país surge de la carrera militar, mientras cerca del 40% de la población se dedica a labores del ejército, mientras la miseria se acumula en las calles en forma de ciudadanos moribundos, mientras los ciudadanos tienen un nivel de vida mediocre y el PIB per cápita ronda los 1.800 dólares anuales, mientras la mayor parte de los ciudadanos debe desplazarse en bicicleta o a pie por carecer de medios para un transporte más eficiente, mientras rigen leyes tan estrictas que penalizan el hecho de que se dé la espalda al retrato de un dirigente, mientras la igualdad –esa idea tan socialista- prima en la vida cotidiana de sus desangrados habitantes y brilla no precisamente por su presencia, mientras todo esto ocurre, los “Audis”, “Porsches” “BMWs” y “Mercedes” se acumulan en los aparcamientos de las oficinas del Gobierno.
Ese es, señoras y señores el socialismo. Esta es la gran mentira universal de los dirigentes socialistas: “Amamos la igualdad, mientras solo se aplique en los demás. Amamos el respeto, mientras nosotros no tengamos que considerarlo. Amamos la vida, mientras sea nuestra vida. Amamos la libertad, mientras se haga uso de ella para apoyarnos. Para todo aquel que no opine como nosotros, no existe la igualdad, ni el respeto, ni el derecho a la vida, ni la libertad”.

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