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MATEO MATHAUS: THE WORLD NOW

VENEZUELA...Henrique Capriles: “Este país necesita unirse”; por Boris Muñoz..

VENEZUELA...Henrique Capriles: “Este país necesita unirse”; por Boris Muñoz..

Ése fue el preámbulo de un diálogo que se inició en la calurosa sala de una humilde casa de Las Lomas, bajo la sombra protectora de árboles de mango y continuó al día siguiente en su oficina.

Gobernador Capriles Radonski, para empezar a desarrollar el tema de la crisis que vive Venezuela, primero quiero preguntarle su visión sobre lo que está pasando en tres campos diferentes pero interconectados: lo económico, lo social y lo político. Empecemos por lo económico…

Creo que este modelo es inviable porque el ingreso petrolero es insuficiente para sostenerlo. Estamos viendo el resultado de la destrucción de la economía nacional. El gobierno habla del rentismo, pero hoy somos más rentistas que nunca en nuestra historia. Se acabó la capacidad de generar divisas, salvo por el petróleo, porque las exportaciones prácticamente desaparecieron. El crédito a la nación también está afectado. Muy pocos nos quieren prestar o quienes nos prestan lo hacen a una tasa de interés de las más altas del mundo, debido al riesgo país. El país depende de las importaciones y no hay dólares para cubrirlas porque, además, hay deudas que se han ido acumulando y el gobierno se gastó 60 mil millones de dólares para ganar las elecciones en 2012. Sólo en la campaña de Chávez se fueron 12 mil millones de dólares. Eso dejó un hueco fiscal gigantesco. Hoy en día nadie sabe con exactitud cuánto es la producción petrolera. Se prometió aumentar la producción petrolera pero nunca cumplieron. Para ponerlo en criollo: se acabaron los reales, aunque no los bolívares, porque los siguen imprimiendo sin respaldo para darle a la gente la sensación de que tiene dinero. Pero no hay nada que comprar con los bolívares.

¿Qué se desprende de ese contexto?

Creo que esto, necesariamente, tiene que cambiar. No soy de los que juega al caos. El caos puede ser peor aun que la situación que estamos viviendo. Hay que seguir desgastando la base de apoyo del gobierno. Pero eso no es algo que se da solo. Hay que venir al barrio, hay que organizarse, hay que mover a la gente. Hay que reflexionar. El sector de nuestro pueblo que menos información tiene es el que requiere más información. Y esa información no la va a obtener a través de los medios que tiene a su alcance, porque los medios están controlados por el gobierno. El gobierno miente descaradamente y ya sabemos que una mentira repetida mil veces, según la tesis de Goebbels, jefe de la propaganda política nazi, la gente termina tomándola como una verdad. Hay que seguir desgastando la base de apoyo para que la presión social obligue a generar los cambios que tienen que darse.

Antes de continuar y para cerrar este punto, ¿usted entonces cree que la economía dentro del marco del socialismo, entendido como Socialismo del Siglo XXI, no funciona? Aclare su punto.

Es que este no es un modelo socialista. Primero, no creo que el socialismo ni el capitalismo sean perfectos. El socialismo moderno que aplican otros países, pongamos el ejemplo de Ecuador, donde el presidente Rafael Correa dice ser de izquierda y compartir la tesis del Socialismo del siglo XXI, como creo que en algún momento llegó a decir. El modelo que se aplica en Ecuador nada tiene que ver con el socialismo que quieren desarrollar en Venezuela. En Ecuador se defiende la inversión privada y se promueve el esfuerzo privado. Recuerdo unas palabras del canciller Patiño diciendo que en Ecuador no hay expropiaciones, sino que el Estado trabaja en alianza con el sector privado, algo que es muy importante para generar empleos y progreso en ese país. Y ahí están los resultados: inflación de un dígito en un país con franco crecimiento económico y avances sociales, a pesar de que su discurso político responda a otro matiz. Lo que tenemos en Venezuela no es para mí un socialismo moderno, sino un Castro-Comunismo muy corrupto, con algunas cosas que parecen tomadas del modelo ruso basado en un agresivo Capitalismo de Estado, con un Estado muy fuerte que quiere controlar los medios de producción y un sector privado recostado del gobierno. Algunos de esos rasgos se repiten en Venezuela. Esto no es un socialismo: esto es un monstruo… un monstruo que tiene varias cabezas, todas caracterizadas por una gigantesca corrupción que se come los recursos de los venezolanos.

¿Y la dimensión de lo social?

El modelo económico está haciendo mermar toda la oferta de programas sociales. Como gobernante de Miranda sé por qué lo digo. ¿Por qué estoy hoy en Las Lomas entregando materiales de construcción? Porque si la señora que es dueña de esta casa donde nos encontramos no tiene trabajo, es imposible que mejore sus condiciones de vida. En este caso, actúo como un padre de familia. Ésa es mi visión del Estado. Cuando hay un hijo que está débil, yo como Estado tengo que abrazarlo, arroparlo y generarle las condiciones para que se supere.

¿Es ésa ahora mismo su visión?

Ésa es mi visión política y la aplico en Miranda. Si ella tuviera un empleo, siendo dueña de esta vivienda, ella no dependería del programa social de la gobernación. Siempre debe haber programas sociales. Mucho más en un país con 70% de pobreza. La idea no es abarcar todo el tiempo ese porcentaje, sino que se vaya reduciendo incrementalmente, a 50, 30, 20%, hasta que desaparezca la necesidad. Mientras eso no ocurra, el Estado debe mantener sus programas sociales.

Otro aspecto de lo social es la protesta. Una protesta que no se limita a la oleada que arrancó en febrero, sino también una fuerte protesta reivindicativa que es un fenómeno amplio que abarca a la sociedad en su conjunto, si bien no se protesta en todas las esquinas del país, pero que se expresa en un sentimiento de descontento general.

Casualmente, mientras venía para acá, coloqué un tuit sobre ese tema. Mientras me traslado para estos recorridos, aprovecho para tuitear. Es el momento en el que puedo. Anoche reflexionaba sobre dos temas claves en este momento. Lo primero es que hay que unificar a todo el que quiera un cambio. Hay también que hacer un esfuerzo de reunificación de la oposición. Hay que sincerarse: tenemos una fractura. Eso crea la necesidad de reunificarse. No sé cómo lo vamos a hacer, pero hay que hacerlo. Lo segundo es el contenido de nuestra agenda. La reunificación debe tener un propósito: alcanzar el cambio. ¿Y cómo se alcanza el cambio? Creo que hay que conectarse con los problemas de la gente. La protesta en Altamira no es excluyente con la protesta de El Tuy. ¿Qué puede hacer que la protesta tenga más resonancia, trascienda y sume? El contenido. Su mensaje. No es protestar por protestar ni protestar sólo para que caiga el gobierno. Eso para mí es insuficiente. El punto es que hay un 80% de descontento en el país, pero eso no significa que ese gran número de gente esté apoyando a la oposición ni que esté apoyando a lo que está fuera del gobierno. ¿Cuál es el reto? Convertir a ese 80% en fuerza política. Es decir: una fuerza que a la hora de medirse se imponga. Ése es el reto que hay en este momento. La gente que está aquí, en el sector Las Lomas del municipio Santa Bárbara de los Valles del Tuy, hay que venir a verla, porque no van a ir hasta Altamira. ¿Cuál es el trabajo de los políticos y los partidos políticos? Venir hasta acá. Quien se dedica a la política no puede excusarse diciendo que no tiene tiempo, porque su trabajo es ir a las comunidades. Mucho más en un momento en el que no hay medios. Ya la política basada en los medios terminó. No existe. La política vuelve al cara cara, a la asamblea parroquial y popular. ¿Que sólo fueron 15, 20, 30 personas en una reunión en un barrio? Bueno, ve sumándolas todos los días y así vas.

¿Y qué está pasando en lo político? Quiero decir: ¿qué ha traído esta crisis? ¿Para qué le ha servido a la oposición y cómo ha perjudicado al gobierno o cómo se ha beneficiado el gobierno de ella?

Primero, decir que con esta ola de protesta se le ha tumbado la careta al gobierno para mí no tiene mayor sentido. Cuidado y si más bien se le ha dado al gobierno la excusa que estaba buscando para tapar la inflación del 5,7% en abril. Las noticias del gobierno son “conspiración”, “la derrota de la guarimba”, pero ése 5,7% de inflación no ha sido publicado porque el gobierno no quiere que se hable de eso. Ahí es donde yo digo que hay que hacer un esfuerzo por reunificar, pero también hay que entender que ni tú eres dueño de la verdad ni yo soy dueño de la verdad. Puedes tener razón en que hay que expresarse, en que hay que articular el descontento. Sí, tienes razón en eso, pero óyeme también un poquito a mí en cuanto a la base sobre la que hay que articularlo. No quiero sonar poco modesto, pero debo decir que no todos conocemos el país y sus realidades de la misma manera.

Al hablarle a una segunda persona, ¿a quién se refiere?

Digo, ni yo soy dueño de la verdad ni nadie es dueño de la verdad. Puedo oír lo que tienes que oír y plantear. No pierdas tiempo descalificándome a mí, porque yo no pierdo tiempo descalificándote a ti. Ambos podemos tener razón en algo. Pero lo crítico de este momento hace urgente una reunificación, porque tú me necesitas a mí y yo te necesito a ti. De lo contrario, le estarás dando todos los días argumentos al gobierno para provocar problemas donde no los hay. Eso es evidente. Por ejemplo, lo que sucedió con los campamentos. Ya es obvia la película que montó el gobierno. Por eso creo que hay que moverse hacia otra cosa. Si hay un descontento y tú consideras –pues yo no estaba en “La Salida”– que despertar a la gente ha sido tu logro, entonces convierte ese despertar en una acción que sume. Esa suma no se va a dar solamente con el llamado que tú hiciste, porque creyendo eso puedes incurrir en el grave error de creer que tú y tu entorno son la alternativa que quiere el país. Y no necesariamente es así. Uno mismo y su entorno no necesariamente coinciden con la mayoría del país. Y es ahí donde yo digo que la mayoría está aquí. Dos de las cinco personas que hablaron eran mujeres que están con revolución. Eso era impensable hace un tiempo atrás. ¿Por qué sucede ahora? Porque hay un reconocimiento de que las cosas no van bien, porque ha surgido la búsqueda de algo mejor, a partir del surgimiento de la conciencia de que la división no lleva a ninguna parte. Bueno, ¡aprovechemos!

Sólo para aclarar: cuando dice que las mayorías están aquí, ¿se refiere a los sectores populares?

Sí, a un país que es mayoritariamente popular. Pero lo popular no excluye a la clase media en modo alguno. La idea es ampliar la clase media. Lo que se busca es un país donde la mayoría pueda ser de clase media.

Otra aclaración, para no dejar dudas: ese “tú” al que le viene hablando, ¿a quién se refiere? ¿Al gobierno? ¿A quiénes han apoyado “La Salida”?

Me refiero a quien cree en “La Salida”, a quien cree en la MUD y también a los que no creen en ella. Por eso insisto que en mi opinión urgen dos cosas. Primero, reunificar a toda la oposición. Segundo, hacerlo sobre la base de una agenda que en mi opinión no es solo política, sino también económica y social. A esa agenda hay que sumarle el tema de la inseguridad. A la mayoría de los venezolanos lo que más le preocupa en este momento es la escasez, que no les alcanza el dinero. Y además, por supuesto, la violencia. Si tu mensaje no incluye estos temas y se dedica exclusivamente a un enfoque político basado en la libertad y la democracia, conceptos que para muchas personas son muy distantes, entonces esa insatisfacción del 80%, no la estás traduciendo en términos de las necesidades de la mayoría.

HCR -  Roberto Mata ©-1087

Henrique Capriles Radonski fotografiado por Roberto Mata ©2014

 

LA FRUSTRACIÓN. En la calle hay una gran frustración con la oposición. Cuando se habla con quienes se oponen al gobierno en diversos sectores de la sociedad se quejan por una falta de conducción. Dicen sentir que no hay claridad en los objetivos ni objetivos del todo compartidos por los diferentes grupos opositores, algo que usted reconoció al decir que hay una fractura. ¿Cuál cree usted que son los objetivos principales de los venezolanos que adversan al gobierno y quieren un cambio de rumbo? ¿Cuáles son las estrategias para lograr ese cambio?

Hay una abrumadora mayoría de la gente que hoy está descontenta con el gobierno. La cifra oscila entre 70 y 80%, dependiendo de la encuesta. Esa gente considera que la situación del país es negativa y tampoco tiene perspectivas, pues hay una desesperanza ampliamente arraigada que resulta muy preocupante y está encarnada en venezolanos pasivos o resignados al “esto es lo que hay”. Sin embargo, ese altísimo porcentaje no necesariamente está con la oposición y ni siquiera con aquello que se puede ver como una alternativa al gobierno. Están en una búsqueda que trasciende a la oposición. Es por eso que yo en algún momento les dije: “Yo no soy la oposición: yo soy la solución”. ¿Cuál es el reto? Transformar el descontento en una fuerza social, policlasista, multicultural, multirracial, políticamente plural que permita impulsar los cambios políticos que tienen que darse. Por supuesto que el objetivo final es un cambio político que implica el cambio del gobierno y del modelo.

¿Entonces qué hay que hacer?

Seguir desgastando y reduciendo la base de apoyo del gobierno. Creo que hay que cuidar mucho la protesta porque el gobierno, que también juega, hará todo lo que pueda para desvirtuar la protesta infiltrándola y provocando a los manifestantes. Basta con ver lo que hizo el gobierno al levantar los campamentos, que no es otra cosa que continuar con una confrontación que, además, está ubicada en sitios de clase media de Caracas. Hay que preguntarse si el gobierno atacaría de la misma forma una protesta en una zona popular de otros lugares del país, preguntarse si ahí también se va a llevar a la gente presa. Por eso, yo creo más en la eficacia de las microprotestas, por llamarlas de algún modo. Es decir: mil protestas reivindicativas desplegadas por todo el país reclamando contra la escasez de gas, de medicinas o el mal estado de los centros de salud y los hospitales que no funcionan. Ese tipo de protestas puede generar una agitación para ir sumando presión social hacia el gobierno. Eso no significa que la protesta reivindicativa tenga que, forzosamente, chocar con la protesta política que ha venido desarrollándose desde febrero. No, por supuesto. Pero tienen que buscar la forma de encontrarse, porque si la política oficial rechaza la protesta reivindicativa, entonces se le puede decir al gobierno: “No, hermano, aquí se está protestando porque no hay comida”. En resumen hay que presentar una propuesta que ya tenemos, pero que hay que recordarla, divulgarla y decirla porque no tenemos medios de comunicación. Eso permitirá alcanzar el objetivo.

Percibo que la protesta de los jóvenes —pues no son nada más estudiantes quienes están en la calle— no es sólo por objetivos inmediatos como la escasez, la inseguridad y la inflación, factores que a ellos también los afectan, sino por algo más abstracto: una perspectiva de futuro, pues este presente no les ofrece nada más. ¿Cuál sería tu mensaje a esos jóvenes?

Los jóvenes también tienen que entender, y esto lo he conversado con varios grupos de estudiantes, que la juventud es grande, diversa, con distintas aspiraciones y visiones. En otras palabras, quien estudia en la Universidad Monte Ávila tiene una circunstancia distinta al de la UNEFA, pero no tienen que chocar entre ellos. Al final, son jóvenes los dos y tienen aspiraciones comunes de un futuro mejor. Ahí hay que hacer un trabajo, porque yo siento que desde el poder se fomenta la división. Tampoco veo con buenos ojos que los jóvenes, entre ellos mismos, también alimenten la división. De seguir así, este país estaría condenado a un futuro de divisiones. Y eso no sólo me preocupa, sino que me golpea. Creo que hay que trabajar, hacer un esfuerzo para romper con eso. La polarización tiene que ser jóvenes frente al gobierno, pero no jóvenes oficialistas contra jóvenes opositores. Eso es un error

Entiendo que en vez de provocar una protesta masiva usted prefiere una estrategia de acumulación para atraer a sectores de venezolanos descontentos hacia la oposición.

Eso es de vida o muerte. Honestamente.

Otra aclaración. Ha dicho un par de veces “Esta gente no es democrática”, denotando al gobierno. Si el gobierno no es democrático para usted, ¿qué es?

Es una autocracia totalitarista. Es un monstruo que un día quiere hacer sentir que hay democracia y reclama, “¿Cómo es que no hay democracia, si ahí están los periódicos que dicen lo que quieren?”, pero por detrás ahoga económicamente a esos mismos periódicos negándoles las divisas para comprar papel. Éste es un modelo profundamente autoritario y corrupto hasta los tuétanos. Pero para mí la acción política no debe limitarse al debate sobre la naturaleza del régimen.

Los acontecimientos de los últimos meses han puesto de manifiesto diferencias notorias en el seno de la oposición. Más específicamente en las visiones y liderazgos de Leopoldo López y el suyo. Se habla de un distanciamiento entre ustedes. Por otro lado, usted visitó a López en la cárcel de Ramo Verde. ¿Podría comentar los problemas en el liderazgo de la oposición y también compartir sus impresiones sobre esa visita?

En mi agenda, la conservación del liderazgo no ha sido nunca un tema de primera línea. Mi visión tiene un objetivo que no es personal sino colectivo: el cambio de Venezuela. Cambiar este modelo para que los venezolanos puedan progresar. Esa pregunta habría que hacérsela a otros. Hice una autocrítica pública, reconociendo que no hemos tenido mensaje para la clase media por habernos enfocado en construir una alternativa y ganar en los sectores populares. Es decir: llegar al barrio y ser claramente la alternativa, como lo llegó a ser Hugo Chávez. Otros compañeros quisieron movilizar el descontento y causar una reacción de la clase media. Pero volvemos al mismo punto. No creo que esas dos visiones sean excluyentes. Lo que sí creo es que hay diferencias de visión con algunas personas de la unidad.

ACTIVISMO Y PARTICIPACIÓN. Usted ha subrayado que esta no es la lucha de un líder sino de la gente. ¿Qué debe hacer la gente que aun no está organizada para activarse y participar?

Así como la gente se organiza en consejos comunales, en comités de tierras, aguas o deportes, esas organizaciones a las cuales en algún momento el gobierno llamó a fortalecer con un objetivo partidista. En un momento como éste, sería extraordinario que los partidos se fortalecieran porque son mecanismos de lucha y activación aspiracional de la población.

Eso está claro hacia el sector popular, ¿pero qué hay de los sectores de la población que están menos organizados o carecen de esos dispositivos?

Hace unos años los Consejos Comunales de Miranda eran controlados cien por ciento por el PSUV. Hoy en día controlan, a lo sumo, un 30%. Ésa ha sido una ganancia inmensa en términos de una comunidad organizada en torno a aspiraciones comunes, pero que no está controlada por el partido de gobierno. También pone de manifiesto un desgaste brutal de la base de apoyo del gobierno. En Las Lomas dos mujeres chavistas tomaron la palabra en nombre de la comunidad. Hace un tiempo eso era impensable. Ese es el trabajo que hay que hacer y había que hacerlo hace tiempo.

¿Cómo puede organizarse la clase media?

Siempre le digo a la clase media que haga el uno por diez. Me dicen que todos sus vecinos son de oposición y yo les pregunto cuántos de los obreros de la fábrica donde ellos trabajan son de oposición. Me contestan que uno o ninguno. Y entonces yo les digo que el trabajo es convencerlos. Hace poco le decía una persona de clase media alta: “Compañero, tú tienes una tienda con diez empleados, ¿alguna vez has invitado al gerente de tu tienda a tu casa a comer con su familia? ¿Alguna vez lo has hecho? ¿Alguna vez, cuando uno de tus trabajadores en la tienda se enferma, lo has llamado para saber cómo está y qué necesita? Si no lo has hecho, no has hecho nada para que cambie el discurso y generar una empatía. ¿Cuánto te cuesta eso?”. Cuando se planteó el decreto del aumento salarial, yo hablé con varios empresarios para preguntarles por qué si me apoyaban a mí no le aumentaba 40% a sus trabajadores. Si dices que tiene que haber una mejora en el poder adquisitivo, ¿por qué no das el aumento y reduces tus ganancias? Pero cuando yo digo esto públicamente, la gente dice: “¡Ay, Capriles es chavista!”. En ese sentido, el gobierno tiene la razón, porque esas actitudes nos colocan en una lógica donde lo social le pertenece al gobierno y ellos terminan siendo los justicieros. Eso no debe ser así. Tomemos otro ejemplo: la discusión sobre la reforma educativa. ¿Qué es mejor en ese caso? ¿Participar o no participar? Si a uno lo asiste la razón, no te la calles, no la polarices: ve al lugar donde se discute y defiéndela. ¡Debate! Por eso nosotros vamos a ir a la consulta educativa con una posición muy firme. Si el gobierno quiere imponer un texto político en las escuelas, yo no lo voy a dejar. Iremos a una confrontación sobre ese tema, pero al final yo lo que hago es respetar la Constitución.

El otro día me comentó que para usted Venezuela tiene un problema esencial de reconocimiento. El ejemplo de un empresario de clase media alta que jamás se ha paseado por la vida de sus empleados expresa a gritos ese problema. En consecuencia, el otro tampoco se ve impelido a abrirse porque no existe el mecanismo. Comente un poco más sobre eso.

Sí. Hay un problema de reconocimiento de la realidad social del país. No lo planteo como una crítica, sino como una reflexión. Hay gente del este de Caracas que jamás en su vida ha pisado el oeste de la ciudad.

Claro, hay una serie de demonios imaginarios y reales que sirven para alimentar esa fobia al otro, haciendo creer al que vaya del este al oeste que se lo van a comer vivo los malandros, los círculos bolivarianos, los colectivos armados, etcétera.

Exactamente. No le pido a nadie que haga algo que parezca artificial. Es decir, no invito a alguien del este a que tome un autobús y caiga como turista en un barrio. Pero si eres un empresario, has tu ejercicio en tu entorno abriéndote a los diez trabajadores que están en tu fábrica. Hay algunos que sí lo hacen, por eso lo planteo como reflexión. Por ejemplo, ¿cuántos pacientes puede un médico ayudar a entender la situación del país? Muchos. Es un camino largo, eso sí, pero con base sólida.

Reconoce que fue un error no haberle presentado un mensaje a la clase media. ¿Qué ha aprendido de ese error y cómo pretende subsanarlo, transformándolo en el futuro en acción política?

Ésa puede ser una fortaleza de la unidad, porque el liderazgo de la unidad es un liderazgo colectivo. A mí me gustan los deportes de equipo, como el béisbol y el básquetbol. Los Miami Heath tienen a Lebron James, pero también tienen a Bosch, a Way. Uno es centro, el otro es pivote. Llevándolo a los términos de la unidad, esto se traduce en que yo puedo formularme una autocrítica, pero hay otros compañeros de la unidad que pueden aportar un mensaje que complemente y que esté enfocado en la clase media. Bueno, vamos a integrarlos. En varios momentos hemos hecho funcionar la unidad para alcanzar grandes objetivos y lo hemos logrado. Integremos en una propuesta incluyente las necesidades de la clase media que tú representas con la de los sectores populares que yo represento. Nuestra aspiración es que la mayoría del país sea de clase media. Por eso debemos tener un mensaje y una acción política para la clase media. Y esa clase media, lo digo como reflexión, debe participar más. A propósito de esto, recuerdo que hace unos meses puse un tuit que es el tercero más retuiteado en la historia de Twitter. Decía: “Venezuela, yo para cuidarte sólo tengo esta vida mía”, por al canciòn de Yordano. La única vida que estoy dispuesto a arriesgar es la mía. No estoy dispuesto a arriesgar la vida de nadie más. Como reflexión general, digo que yo no creo en la violencia y nunca he planteado un camino de violencia. Una cosa es que seamos duros en el verbo, el debate y la defensa de las ideas y otra es que queramos salir a la calle a generar muertos y heridos, porque el gobierno ya nos ha demostrado que es capaz de hacer eso y mucho más. Y lo seguirá haciendo mientras no entendamos que se trata de un juego desigual que requiere mucha inteligencia para lograr que se imponga la razón y no la fuerza, como le dije a unos maestros de Miranda en la entrega de títulos de hace unos días. Que se imponga la razón es el gran reto. Por la fuerza, sólo terminará imponiéndose el gobierno. Nosotros somos la razón. En eso es lo que pienso cuando dicen “Capriles se entregó” o “Capriles es un cobarde”. No, mi hermano…

El dilema es cómo lograr que se imponga la razón sin desmovilizar la protesta.

El año pasado hubo casi cuatro mil protestas.

Es cierto, pero no fueron protestas políticamente motivadas, sino protestas reivindicativas que exigían mejoras muy puntuales ante el gobierno. No fueron protestas impulsadas por la oposición.

Son diferentes, pero no son menos importantes.

Cierto, pero el dilema persiste.

Es un falso dilema para mí.  Quiero decir: no hay un mensaje para los extremos ni tampoco lo habrá.

No creo que la gente que se moviliza contra la inseguridad, la inflación, la escasez, el deterioro de las condiciones laborales sea extremista. Quieren movilizarse y protestar, que es algo muy distinto.

No creo que la gente quiera movilización. Creo que quiere una vida tranquila y por eso protesta. Lo que la gente no quiere ver es que frente al desastre del país no se haga nada. La aspiración de la mayoría de los venezolanos es a una vida tranquila.

EL DIÁLOGO Y SUS CONSECUENCIAS. ¿Cuál es el estado actual del diálogo y cuáles serían los logros básicos para considerarlo exitoso?

Yo lo planteé como un debate y el gobierno lo calificó de mesa de diálogo. Yo plantee el debate para que el país pueda ver el contraste entre el gobierno y la oposición cara a cara. Es un derecho de los venezolanos. Ésa fue la razón por la cual fui a Miraflores. Dije que “Mañana temblará en Miraflores” y Jorge Rodríguez empezó con el cinismo que lo caracteriza. Lo cierto es que les pegó que dijera que temblaría porque íbamos a decir las verdades que retumbarían en las paredes del palacio. No puedo hablar en nombre de la MUD porque no formo parte de ella, pero a título personal he dicho que para que el diálogo pueda considerarse exitoso depende del gobierno casi en cien por ciento. ¿Ha habido hasta ahora algún resultado? Nada. ¿Ha detenido eso la acción política o le ha dado oxigeno al gobierno? En mi opinión, no. A pesar de la presencia de los cancilleres, no ha habido resultados. Sin embargo, decir que el diálogo frenó la salida del gobierno es decir una gran mentira. Si no ha habido resultados hasta ahora, creo yo que es porque no se ha materializado un verdadero diálogo. El país aspira a que el diálogo funcione, la abrumadora mayoría quiere el diálogo. En un plano político, creo que asistir al diálogo entra dentro de la estrategia de desgastar su base de apoyo eliminándole excusas al gobierno.

Pensando en lo que ha pasado en el país desde febrero a esta parte, ¿cuál cree usted que habría sido una mejor alternativa? De manera muy sucinta, ¿cuáles serían el mensaje, los objetivos y la estrategia?

Primero hay que ser coherente, consecuente y hablarle claro a la gente. No crear falsas expectativas. Por ejemplo, si Maduro renuncia, ¿qué viene? ¿Elecciones, verdad? ¿Con qué Consejo Nacional Electoral? Y yo siento que en esta fractura de posiciones no se le ha hablado claro al país. Por eso dije en un momento: “Cuidado, ¡Nicolás vete ya es Diosdado vente ya! “, entonces hay que hablarle claro al país.

¿Cuál es el mensaje entonces?

Volvemos al mismo punto del principio: hay que organizarse, ir a los barrios y a los sectores populares, organizar a la base para explicarle la situación del país sin tener acceso a los medios de comunicación: hay que volver al cara a cara. Una vez hecho todo esto, hay que pedirle a la gente organizada que presione para que se den los cambios que son necesarios. En referencia a “La Salida”, es un error empezar por el final. El final es el cambio de gobierno y el modelo, pero a partir de una organización y unas conquistas. Y si quieres un cambio constitucional, hay que decirle a la gente que todo pasa por un proceso electoral. ¿Es o no es? Ninguna de las opciones, llámese renuncia, revocatorio o constituyente, culmina sin un proceso electoral. La otra opción es un golpe de Estado. Si no se quiere que ésa sea la opción, hay que explicárselo a la gente. Así como hago una autocrítica, planteo otra reflexión: el liderazgo no es necesariamente para a decirle a un grupo de personas en un momento dado lo que quieren escuchar. Eso hizo mucho daño en estos años y basta recordar el paro indefinido y el retiro de las elecciones parlamentarias. Cuando Primero Justicia se debatía entre participar o no, la presión que había sobre quienes queríamos participar era brutal, al punto de decir que los que pensábamos así estábamos en conchupancia y connivencia con el gobierno. ¡Por Dios! ¿Por qué hay que descalificar a quien quiere participar? Volvemos a lo mismo: el reconocimiento y el respeto.

La última pregunta son en realidad tres: ¿cómo ve la más reciente ola represiva contra los campamentos en conexión con otra cosa que usted ha dicho: que o esta crisis se resuelve o viene un reventón social? Y, finalmente, ¿qué puede pasar si fracasa el diálogo?

El fracaso del diálogo sería negativo para el país, más allá del efecto en el gobierno y la oposición. Más allá de quién pueda detentar el poder, las dos partes existen. Si yo estuviera hoy en la presidencia, la otra parte también existiría. Y no sólo eso: sería reconocida por mí. La política tiene que estar siempre acompañada del diálogo. Así como el modelo económico del gobierno es inviable, la ruptura de la comunicación entre sectores políticamente distintos debería ser también señalada como una posición inviable. En una crisis terrible como ésta que vivimos, es necesario abrir un diálogo sincero con todos los sectores del país. Con eso conecto con lo segundo: si el gobierno no cambia su actitud, esto va a reventar. Reventar significa un estallido, aunque no sé cómo pueda ocurrir, pues los estallidos se producen sin anunciar ni dónde, ni cuándo ni0 cómo. Pero, de seguir como vamos, se va a dar. Pretender que a este gobierno eso no le pasará porque ellos son los pretendidos “hijos de El Caracazo” representa un desconocimiento absoluto de las condiciones por las cuales se produjo El Caracazo. Aquí se están creando condiciones sumamente peligrosas en términos económicos, sociales y de inseguridad en virtud de las cuales una sola chispa puede convertirse en un gran incendio. Desde mi posición, abogo para que eso no ocurra porque considero que los daños serían muy graves. Acerca de la primera pregunta, sobre la ola de represión, además de rechazarla, considero que va a tener un costo alto para el gobierno, que está subestimando a los estudiantes, y un costo alto también para nuestra Fuerza Armada. Como le he dicho a miembros de ese cuerpo, Maduro está los arrastrando en la caída de su popularidad. Sería un terrible saldo que, después de que esto pase, los militares no puedan salir a la calle uniformados porque serían repudiados, como pasó en otros países. Esa reflexión se la dejo a los compañeros de la Fuerza Armada con los que hablo a menudo, no para gestar golpes ni conspiraciones, sino para exigir respeto a la Constitución. El gobierno está subestimando lo que la represión genera y no creo que con ella hayan aplacado las ganas de la gente de seguir protestando. La represión tiene un efecto bumerán, estimulando las protestas de sectores que no están protestando en solidaridad contra el abuso de autoridad. Además, tradicionalmente en nuestro país siempre se ha visto con mucha reserva el uso de los uniformes para reprimir. Tengo también la impresión de que esa represión saca a flote las profundas diferencias que hay en el seno del gobierno, porque hay sectores oficialistas que están clarísimamente jugando al caos. Esos sectores quieren que esto reviente.

¿Quiénes forman ese sector?

 Basta verlos. No voy a darle el gusto de nombrarlos.

Toda crisis es una oportunidad, dicen. ¿Cuál es la oportunidad en este caso?

Lograr el cambio. Pero lograrlo sobre la base de un movimiento policlasista y de reconocimiento. No es a través del quítate tú que genera un proceso de venganza y de revancha. Si el cambio es para salir a perseguir, en ésa no me anoto. Si yo me quejo de que el gobierno insulta, ¿voy yo a insultar? Si me quejo de un gobierno intolerante, ¿voy yo a ser intolerante? Percibo que hoy hay mucho de eso: de revanchismo. Cuidado. Porque no va a haber cambio así. El mensaje es que este país necesita unirse. La polarización no debe ser gobierno contra oposición, que es la que quiere el gobierno, sino los venezolanos frente al gobierno. Y del lado de la oposición, eso pasa por un proceso de reconocimiento y entendimiento de quienes no están en la oposición. Conmigo la revancha no va.

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