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MATEO MATHAUS: THE WORLD NOW

La Maquinaria NaZionalista Goebbeliana se pone en funcionamiento en la desgraciada Cataluña..por los gobernantes que tiene..

por Javier Montilla

El rescate al que va a acceder la Generalitat de Cataluña, no proviene de un problema de financiación, como nos quieren hacer creer. El rescate es fruto de una mala administración, de años de gasto desmesurado en construcción nacional y de una corrupción abrazada a la bandera.

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Si uno se pasea hoy por la prensa catalana subvencionada hasta el tuétano y afín al nacionalismo, que pierda la esperanza de encontrar algún lugar para la reflexión, para el sosiego o para la siempre sana autocrítica. Ya se sabe que el egocentrismo es un mal endémico y en boca de un nacionalista su forma de vida. Luego, la culpa del rescate que va a pedir el presidente de la Generalitat, Artur Mas, a Mariano Rajoy la tiene, como siempre, Madrid.

Madrid. Ese ente que se utiliza como coletilla y como hoguera de las vanidades de no pocos nacionalistas para ocultar sus propias vergüenzas, tiene sus réditos en Cataluña. Si uno forma parte del Gobierno de la Generalitat de Cataluña y grita a voz en grito ese mantra de la culpa es de Madrid tendrá a la parroquia contenta y ya se sabe, todo vale para contentar al respetable. Si uno vive del cuento, o séase en la mamandurria, y forma parte del conglomerado de parientes, amantes o familia del político que pertoque, que grite muy alto eso de que la culpa es de Madrid, tendrá el puesto asegurado. Y, por supuesto, si uno es un vocero oficial del establishment y trabaja en un medio de comunicación que recibe cuantiosas cantidades de dinero, como alguno que otro que decía ser la avanzadilla española, que grite eso de que Madrid nos roba y tendrá tertulias aseguradas por doquier. Y si uno quiere seguir formando parte del pensamiento único que se quiere implantar en Cataluña y prefiere que no le insulten, no le silencien, no le zarandeen o no le hagan la vida imposible, que grite también muy alto eso de que la culpa es de Madrid. Tendrá un lugar asegurado en el nirvana nacionalista, llamada por los cursis de la patria, Casa Gran del catalanisme.

Pero cuando uno se rebela contra el pensamiento único y combate los mantras de la opresión y el victimismo, corre el riesgo, no sólo de que le pongan en el filo de la navaja, sino que, además, no se crea lo que le cuenten el gobierno de turno o la correa de transmisión habitual, los medios de comunicación. Y eso es a lo que teme el poder: a los ciudadanos libres y sin complejos. A su electorado variopinto lo tienen domesticado. Sin embargo, a otros no nos engañan, pese a que utilizan una nueva neolengua para hablar de los problemas de tesorería de las cuentas públicas de Cataluña. El rescate al que va a acceder la Generalitat de Cataluña, no proviene de un problema de financiación, como nos quieren hacer creer. El rescate es fruto de una mala administración, de años de gasto desmesurado en construcción nacional y de una corrupción abrazada a la bandera. Y todo esto, obviamente, se tiene que intentar esconder. Ora porque se verían de facto sus desmanes, ora porque el chiringuito y la agencia de colocación peligrarían.

Consecuentemente, lo que esa Cataluña rescatada quiere mantener en los cajones de sus propias vergüenzas es que, tal y como denuncia Ciutadans, el gasto en construcción nacional de los dos últimos presupuestos de la Generalitat ha ascendido a más de 5.000 millones de euros. O los 159 millones de euros en Política Lingüística. Lo que esa Cataluña enmarañada en victimismo quiere esconder son los 41 consejos comarcales o los ruinosos seis niveles administrativos. La Cataluña rescatada, que señala con el dedo al opresor Madrid gasta anualmente 560 millones en consejos comarcales con más de 1.000 cargos políticos. La Cataluña rescatada mientras está en quiebra técnica subvenciona con 450 millones de euros anuales a medios de comunicación afines, para que no hagan lo que un medio de comunicación debe hacer: controlar al poder. La Cataluña rescatada mantiene abiertas 71 embajadas y oficinas en el exterior, cual proyecto faraónico. La Cataluña rescatada despilfarró 2.000 millones en Spanair, esa fantasmagórica aerolínea de cabecera y fruto de los aires de grandeza y de construcción nacional que quebró en extrañas circunstancias, sin que nadie todavía haya respondido por ello. Y la Cataluña rescatada, se mira el ombligo y se pone chulesca diciendo que no aceptarán ningún precio político por el rescate, tal vez para volver a gastarse 100 millones de euros en entidades como Òmnium Cultural o en la plataforma proselecciones catalanas. Pero eso sí, la culpa será siempre de Madrid.

Madrid será, por tanto, culpable de que este rescate sea también fruto de treinta años de corrupción abrazados a la bandera. La corrupción del padre de la criatura patriótica, Don Jordi Pujol y su Banca Catalana, del caso Palau y del amiguísimo convergente, Félix Millet, del famoso 3% que ahora daría risa o de la Operación Pretoria. Todos ellos casos en los que están implicados miembros de la misma casta que lleva gobernando los designios de los catalanes desde hace tres décadas. Todo un pacto entre caballeros para Fer país.

Que no nos engañen. Al final, por mucho que se empeñen en esconderlo, se demuestra que quién más alto grita eso de que la culpa siempre es de Madrid suelen ser, ciertamente, los más corruptos y los más mediocres. No es España quien nos roba a los catalanes, ni la culpa de todos los males de Cataluña es de Madrid, como si de una conjura judeomasónica se tratase. La culpa y la responsabilidad de este rescate la tiene una casta nacionalista corrupta –apoyada por una buena parte de la sociedad catalana- que señala hacia Madrid con una mano, mientras se llena los bolsillos con la otra, para beneficiar a sus parientes, correligionarios y demás miembros de la cuchipanda. Y eso, por mucho que se empeñen en negarlo, implica un fracaso absoluto como modelo de sociedad. Un fracaso que requiere empezar a construir una nueva Cataluña. Una Cataluña donde nadie pida pactos fiscales de pasados carlistas. Una Cataluña en la que sean los ciudadanos quienes tengan derechos y no los territorios. Y una Cataluña donde se hable de convivencia y no de independencia. Justamente, lo contrario al ideario nacionalista.

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