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MATEO MATHAUS: THE WORLD NOW

El Poder de los Sindicatos Verticales del Golpismo SoZialista es puro humo..

El Poder de los Sindicatos Verticales del Golpismo SoZialista es puro humo..

El Poder de los Sindicatos Verticales del Golpismo SoZialista es puro humo..

31 de Marzo de 2012 - 13:01:35 - Luis del Pino

El Padrino es una de las pocas sagas cinematográficas en las que las continuaciones no desmerecen del original. Las tres entregas son maravillosas, aunque mis favoritas son las dos primeras.

Es en la segunda parte de El Padrino donde se nos cuentan los orígenes del mítico Don Corleone, cuyos padres son asesinados en Sicilia y que logra huir, siendo aún un niño, a Estados Unidos, adonde llega con el inicio del siglo XX.

En Nueva York, Vito Corleone recala en uno de tantos vecindarios habitados por inmigrantes italianos. El barrio está controlado por un tal Don Fanucci, al que todos consideran el jefe local de una organización criminal llamada La Mano Negra, y que se dedica a cobrar una comisión a todos los rateros y a otros pequeños delincuentes, así como a extorsionar a los comerciantes del barrio, a cambio de protección. Todo el mundo respeta a Don Fanucci. Todo el mundo teme a Don Fanucci.

Ajeno a esos enjuagues criminales, el joven Vito Corleone, magistralmente interpretado por Robert de Niro, trata de sobrevivir trabajando honradamente en una tienda de comestibles, para sacar adelante a su mujer y a su hijo.

Pero las cosas se tuercen el día en que Don Fanucci va a ver al dueño de la tienda donde trabaja Vito Corleone y le dice que quiere que contrate a su sobrino. El patrono, forzado a dar trabajo al sobrino del temido capo, y no pudiendo pagar dos sueldos, se ve obligado a despedir a Corleone, que se queda de repente sin trabajo y con un hijo de corta edad al que alimentar. De modo que, incitado por dos conocidos del vecindario, Corleone comienza a participar en pequeños robos, con el fin de poder llevar a casa algo de dinero.

Al enterarse Don Fanucci de las actividades de los tres amigos, se presenta ante ellos para reclamar una exorbitante comisión. Los dos compinches de Corleone se muestran inmediatamente dispuestos a pagar la extorsión, porque nadie puede enfrentarse a Don Fanucci y a La Mano Negra. Pero Vito Corleone, que sospecha que en realidad Don Fanucci no es más que un cantamañanas, les dice que él se encarga de todo y termina matando al temido capo a la puerta de su casa, tras lo cual él y sus amigos pasan a controlar el barrio y Vito se convierte en Don Corleone.

Todo el poder de Don Fanucci no era otra cosa que humo. No existía ninguna organización criminal llamada La Mano Negra, y Don Fanucci, viejo y gordo, no tenía más poder que el propio miedo que inspiraba a la gente. Ese poder de Don Fanucci se basaba, exclusivamente, en que la gente pensaba que tenía poder. Todos le tenían miedo por la simple razón de que veían a sus vecinos tenerle miedo. Todos le tenían respeto por la única razón de que veían el respeto que otros a su alrededor le tenían.

Y cuando Vito Corleone se da cuenta de que no es así, de que Don Fanucci es solo un fraude, no tiene más que descargar su revólver sobre él para acabar con la pesadilla del barrio.

Anteayer tuvo lugar la huelga general tan cacareada por los sindicatos, que se ha saldado con un nuevo fracaso de convocatoria. A pesar de algunos disturbios lamentables, sobre todo en Barcelona, la huelga no consiguió paralizar la actividad económica. En Madrid, donde la policía se desplegó con órdenes de impedir las coacciones de los piquetes, el jueves fue, en líneas generales, un día de trabajo más.

Algunos comercios cerraban al paso de los piquetes, con el fin de evitar problemas, aunque tan solo para volver a abrir las puertas en cuanto los piquetes de macarras se habían alejado unos metros. En algunos lugares, la policía hubo de intervenir para detener a los responsables de destrozos en comercios que se habían negado a atender los requerimientos de cierre de los piquetes.

Si algo ha puesto de manifiesto esta huelga es que de la capacidad de movilización que los sindicatos tenían al principio de la transición ya no queda nada. Los restos de su legitimidad han ido menguando al mismo ritmo que engordaban las cuentas corrientes de los sindicalistas. La mayoría de la población los ve ya, tan solo, como unos aprovechados que se dedican simplemente a poner el cazo para cobrar la correspondiente comisión de cada actividad legal o ilegal, y que invocan a una supuesta, e inexistente, masa obrera para extorsionar a los que intentan trabajar honradamente y para vivir a costa de sus conciudadanos.

El poder de los sindicatos es puro humo, tan solo una apariencia. El escaso y menguante temor que inspiran, el casi inexistente respeto que aún puedan concitar, se basan tan solo en la inercia. No tienen más poder que el que se deriva del dinero que nosotros mismos les entregamos. Bastaría con cortarles el grifo para que todos esos macarras piqueteros tuvieran que ganarse el pan con el sudor de su frente, como hace todo hijo de vecino.

La pregunta es, entonces: ¿cuándo va a decirle este gobierno claramente a la población española que La Mano Negra no existe, que es tan solo un invento de unos mafiosos sindicales viejos y gordos, demasiado acostumbrados a vivir a costa de sus vecinos?

¿A qué espera el Gobierno para acabar de una vez con el Don Fanucci sindical que nos extorsiona, y que no tiene en realidad ningún poder que le respalde?

1 comentario

Aguador -

Yo creo que no es del todo así. Hay una vinculación estrecha entre PSOE y UGT, como la hay entre IU y CC.OO. Don Fanucci era un mindundi sin conexión con altas esferas (aunque todo el mundo en el barrio creyese que sí las tenía); en cambio, al menos dos sindicalistas de UGT han sido ministros (Corcuera y Valeriano Gómez).

Saludos,
Aguador.