¿Por qué fracasa el socialismo..?..
 
								
				
				| ¿Por qué fracasa el socialismo?La pregunta que da nombre a este artículo es contundente y  –dirían algunos- pretenciosa. Dado a que en otros campos de la  experiencia humana hay formas de organización o acción que pueden  funcionar siempre que existan una serie de factores o condiciones, decir  que el socialismo fracasa siempre y en sí mismo es una afirmación que necesita una fundamentación sólida. Para empezar debemos definir qué es socialismo.  A pesar de que su nombre provenga de "social", algo muy inteligente por  parte de quienes diseñaron la etiqueta en los siglos XVII al XX, lo que  realmente implica es planificación central (socialización). Y  claro, existen varios socialismos, desde el socialismo utópico, pasando  por el socialismo marxista hasta llegar a su primo hermano, el  nacionalsocialismo -nazi- alemán. Pero, ¿qué tienen en común estas  tendencias, cuyos integrantes pasaron tanto tiempo tratando de  diferenciarse entre sí? Algo fundamental: la desconfianza o desprecio  por la autonomía del individuo y la insistencia en politizar y  planificar centralmente las actividades de una sociedad. Y eso es lo que  debe ser entendido por socialismo o socialización. Entonces,  lo que quiero señalar en este artículo es que independientemente de las  aparentes buenas intenciones y argumentos de quienes nos proponen este  modelo social, el socialismo fracasó y fracasará siempre que se intente. Ética, luego economía Mi  argumentación toma prestados los descubrimientos de las mentes más  grandes de las ciencias sociales, entre las cuales están Max Weber,  Friedrich A. Hayek y el gran economista del siglo XX, Ludwig von Mises.  Sin embargo, antes de llegar al meollo del asunto – el tema económico-  no puedo pasar por alto un tema que debe siempre anteceder a cualquier  análisis económico o político: la ética. Como observó el genial John  Locke en el siglo XVIII, la actividad humana genera propiedad. Para  empezar somos dueños de nuestro propio cuerpo, y por añadidura de los  frutos obtenidos mediante su uso. Es bajo ese concepto que los liberales  del siglo XIX habían formulado la gran verdad universal de que somos  dueños de "nuestra vida y nuestra propiedad". Ya que nuestra  supervivencia como seres humanos es inseparable de nuestras necesidades  materiales, pero a la vez nuestros derechos terminan donde empiezan los  del otro, la ética que emergió una y otra vez en la Historia confirma  esos principios que son tan evidentes ahora. Consagrarlo en formas de  gobierno competitivas o un monopolio de funciones mínimas y limitado por  una constitución[1],  aseguraba la convivencia social pacífica y la prosperidad relativa a  los avances de ese tiempo. Nada de esto es posible si existe  planificación central de la economía y otras áreas de la vida social.  Puesto en otras palabras, el socialismo es por definición un modelo que  actúa por encima de los derechos inalienables de los individuos,  violándolos. La cooperación social voluntaria y mutuamente beneficiosa  nunca requiere de imposición política de una mayoría, un dictador o un  partido único. Imposibilidad del cálculo económico en el socialismo Una  vez expuesto porqué un sistema socialista es ante todo ilegítimo,  podemos pasar al plano de su funcionamiento económico, en el cual la  planificación central tampoco pasa la prueba teórica e histórica. Este  es el tema más importante que expondré, debido a que lastimosamente la  ética poco le importa a mucha gente que se precia de ser "pragmática",  pero cuando de economía y dinero se trata, todos nos sentimos  implicados. Imagine usted, estimado lector, que su negocio es un pequeño quiosco de hot-dogs. Sus hot-dogs tienen una serie de ingredientes, y además usted incurre en otros  costos para obtener el producto final. La única forma dinámica,  eficiente y legítima de saber si la gente quiere sus hot-dogs, es producirlos y ponerlos a la venta. Si la gente los compra, usted sabrá que el hot-dog vale más que la suma de sus partes: pan, salchicha, mostaza, cebollas,  su tiempo, el gas de la cocina, la compra del quiosco, etc. En términos  más precisos, el hot-dog es socialmente útil como actividad  económica si la diferencia entre el precio final y los costos incurridos  hace que valga la pena el esfuerzo. Eso, que sabemos a nivel individual  en un negocio o actividad sin fines de lucro, es inexistente en el  socialismo. Simplemente es imposible la contabilidad de costos, y si eso  ocurre en una serie de industrias o la mayoría, es evidente la clase de  desastre que se provoca. En ausencia de propiedad privada de los  “medios de producción” y otros bienes, es imposible asignarlos a las  tareas más prioritarias; su propia conservación y buen uso se ven  comprometidos. Y hay que aclarar que en esto no tiene absolutamente nada  que ver el carácter de los individuos que participan. Si se reúnen 10  millones de marxistas en una isla coherentemente socialista, no podrían  coordinar sus actividades económicas y su supervivencia se vería  comprometida casi enseguida. Este problema fue  visualizado originalmente por el sueco Nicholas G. Pierson y el inglés  Max Weber, antes de que fuese magistralmente expuesto por Ludwig von  Mises. El tema es ineludible: dado que el valor es subjetivo y los  precios reflejan la suma de esa subjetividad y la escasez de un bien, un  sistema económico o industria que no cuente con precios libremente  fijados –reales- va a desembocar siempre y cada vez en la entropía y el  retroceso económicos. Este debate no es nuevo, y  los autores socialistas nunca pudieron darle solución. A diferencia de  lo que Marx pensaba, el mercado no representa una "anarquía de la  producción": es el único mecanismo capaz de coordinar cientos de miles  de actividades simples y complejas hacia la elaboración de bienes que  eleven la calidad de vida del consumidor final[2].  A través del sistema de precios se reflejan millones de gustos,  preferencias y disponibilidad de bienes productivos y de consumo. ¿Es  perfecto? Nada humano lo es. ¿Existe desperdicio e ineficiencia en  muchas ocasiones? Por supuesto, pero su alternativa es peor.  Sencillamente no hay reemplazo para el sistema de precios, que refleja  las prioridades sociales y guía el proceso económico. Intentar  sustituirlo con planes nacionales, regulaciones económicas o  nacionalizaciones es un esfuerzo vano y económicamente destructivo. Ya  entendido el argumento teórico, veamos lo que nos dice la Historia al  respecto. La socialización de la agricultura había ya acabado con la  vida de millones de personas por hambrunas en la naciente U.R.S.S.,  cuando Lenin decide aplicar la llamada Nueva Política Económica (NPE).  Lenin, un marxista de formación, introduce entonces y por emergencia los  primeros elementos de capitalismo cabal en Rusia. Reprivatiza alrededor  del 4% de granjas colectivizadas, elimina ciertos controles, y  establece el patrón oro (moneda dura) con respaldo para el rublo. Estos  incipientes elementos de capitalismo fueron responsables por la  supervivencia material del pueblo ruso. Ese pequeño porcentaje de kulaks  que recuperaron su propiedad, generaron el 28% de la producción  agrícola de la U.R.S.S. durante los siguientes 70 años. Tan concientes  estaban los soviéticos de que los precios eran el sistema de señales de  una economía (cosa que nuestros economistas neokeynesianos locales, por  el contrario, ignoran o pretenden obviar) que mantenían suscripciones  regulares a catálogos industriales y de tiendas departamentales de los  EEUU y Europa, para tener algún tipo de referencia. Alrededor de 18.000  economistas participaban de la tarea centralizada en el Kremlin por  fijar precios sin mercado, un esfuerzo vano por definición. Cada año más  fábricas quedaban paradas por falta de partes pequeñas que no podían  solicitarse dinámicamente mediante compras libres. La economía  soviética, en palabras de un economista ruso contemporáneo, era un  "ferrocarril tosco y feo, detenido por falta de tornillos". Lo mismo le  sucede a Cuba. Sólo un 13% de los ingenios azucareros que la Revolución  confiscó a sus propietarios sigue en condiciones funcionales, el resto  son chatarra gracias a la falta de piezas de repuesto. Ni la U.R.S.S. ni  Cuba pudieron ni podrían sostenerse sin socios más cercanos al concepto  capitalista, ya sea por imitación permanente de industrias, métodos y  especializaciones profesionales, o bien por comercio estatal, en lo que  se conoce como "capitalismo de estado". Los ciudadanos de los modelos  totalitarios por su parte complementaron siempre sus necesidades en el  mercado negro. ¿Qué sucede con las industrias socializadas en países relativamente libres? Cada actividad económica que se aísle del sistema de precios, empezará necesariamente un lento declive y deformación[3].  Así lo atestiguan tanto la educación francesa, con la pérdida de sus  estándares de posguerra, como la medicina socializada en Canadá, que  hace esperar a pacientes críticos alrededor de 6-18 meses y cuenta con  una tecnología muy inferior a la de su vecino EEUU. Lo mismo sucede con  el sistema de pensiones en Suecia, que empieza ya a imitar a Chile en un  modelo individual de ahorro en vez de la mal llamada seguridad social. En  el Ecuador de hoy en día -el cual por cierto se clasifica entre los  países de menor libertad económica del mundo- hay una larga serie de  actividades e industrias que siguen intervenidas o directamente en manos  estatales, eliminándose cualquier tipo de racionalidad económica e  innovación local. Pero ni la administración extranjera, la concesión u  otros parches podrán subsanar el problema fundamental: al igual que en  un quiosco de hot-dogs, se necesita información real y libre para crear valor agregado. El socialismo no es social, es político Luego  de una objeción desde la ética y una exposición de por qué la  planificación central (socialismo) no es viable, hagamos una última  disección del término para aliviar a quienes sienten que este artículo  ofende su sensibilidad política o incluso cultural. Como dije al  principio los ingenieros sociales, diseñadores de utopías a costa de  vida y propiedad ajenas, tuvieron el mejor acierto en la historia del  marketing político al apropiarse del nombre socialista para  autoetiquetarse. Sin embargo el nombre sigue causando confusión entre  quienes tienen una gran sensibilidad social y aman el concepto de  comunidad, sobre todo en nuestro estilo latino. Sencillamente,  el socialismo es lo contrario a la comunidad, en su concepto pacífico y  voluntario. La imposición gubernamental es la señal de fracaso de  quienes no lograron liderar voluntariamente un tema o proyecto social.  Si usted al igual que yo, cree en la comunidad, en el liderazgo y en la  ayuda a los más necesitados, no piense que es socialista. Sencillamente  usted es humano. Politizar esas nobles intenciones provoca el efecto  contrario: autoritarismo y subdesarrollo. Y por eso precisamente, el  socialismo fracasa. [1] La filósofa rusa Ayn Rand, autora de “La Rebelión de Atlas” y “El  Manantial”, decía que “El gobierno se crea para proteger a la gente de  los criminales. La constitución se crea para proteger a la gente del  gobierno”. [2] "En el capitalismo, todas estas decisiones se determinan en base a  cálculos económicos (de costos). Por tanto, la producción de zapatos en  su conjunto tiende a ser efectuada hasta el punto en que una mayor  producción haría que la industria del zapato se vuelva relativamente  menos rentable en comparación a otras; los estilos son aquellos que los  consumidores están dispuestos a volver rentables; los métodos de  producción, los materiales utilizados, las locaciones geográficas son  las del menor costo posible excepto cuando tengan ventajas especiales  por las cuales los consumidores estén dispuestos a pagar". Reisman, 1996 Y a manera de anécdota: “Si  algo en concreto puede mostrar la deshonestidad intelectual del  departamento de economía de [la universidad de] Columbia en aquellos  días, era esto. Mientras que se evitaba u ‘olvidaba’ hacer disponible un  solo de los textos de Ludwig von Mises, o inclusive mencionar la  existencia de ellos en las lecturas asignadas, o hasta donde tuve  conciencia, en un aula, el departamento se aseguró de mantener  disponibles docenas de copias del intento de refutación de Oskar Lange a  la doctrina de Mises sobre la imposibilidad de cálculo económico del  socialismo -en el área de reserva de la biblioteca como una lectura  suplementaria y opcional al curso de introducción a la economía”  Reisman, 1996 La ‘solución’ planteada por Oskar  Lange y otros socialistas neoclásicos (el término es casi redundante) es  que el ensayo y error y la coordinación entre planificadores centrales  es más eficiente y justa que los monopolios, oligopolios, carteles  permanentes y monopsonias a las que el modelo neoclásico lleva como  conclusión sobre la realidad. Nuevamente un marco teórico de  epistemología falaz lleva a peligrosísimas conclusiones. Ni la  información es estática, ni los actores son lineales, ni las necesidades  son iguales año tras año. Tres supuestos tan pueriles al desmantelarlos  demolería nuevamente el esfuerzo de Lange y otros marxistas por  resolver el problema teóricamente. En la práctica sin embargo, no fue  necesario, el Kremlin basaba sus Gosplan en información exterior como  mencioné anteriormente y permitía ciertos niveles de mercado, dando la  razón a Mises y cualquier otro ser humano conciente de las limitaciones  de la acción humana individual sobre un conjunto dado de recursos y  voluntades independientes. “Todos deberíamos estar  agradecidos a los soviéticos porque probaron de forma concluyente que  el socialismo no funciona. Nadie puede decir que no tuvieron suficiente  poder o suficiente burocracia o suficientes planificadores o que no  llevaron las cosas hasta el grado suficiente” Paul Craig Roberts. Sin  embargo el caso también aplica, como lo planteé al prof. Cachanosky, a  una isla en que Microsoft –digamos- internalice todas las actividades  necesarias para los seres humanos que en ella trabajan. Se perderían de  tal forma los costos reales de vista en cada actividad, (no existirían,  pues su precondición es la valoración subjetiva) que la isla Microsoft  generaría su propia entropía económica en muy poco tiempo. “...paradójicamente,  la razon por la cual una economía socialista no puede hacer cálculos no  se debe específicamente a que sea socialista! El Socialismo es el  sistema en el cual el Estado toma control a la fuerza de todos los  medios de producción en la economía. La razón de la imposibilidad de  cálculo económico en el socialismo es que un solo agente posee o dirige  todos los recursos de la economía. Debe estar claro que no hay  diferencia en esto si el agente es el Estado o un individuo o un cartel  empresarial” Murray N. Rothbard, Man, Economy and State El  análisis inverso es precisamente la mejor justificación para la  tercerización o outsourcing, basada en los principios ricardianos y  miseanos de ventajas comparativas y competitivas utilizados en la “Ley  de asociación” de L. von Mises (ver Acción Humana). En esto hay que  coincidir con el economista José Piñera, en que la base de toda economía  sana es “competencia, competencia, competencia”. Eso sólo es posible si  la propiedad es dispersa, legítima y no hay barreras de entrada para  las actividades. Entonces entra también y en segundo plano el tema  hayekiano-schumpetereano de la dispersión de la información y la  capacidad (conocimiento, asimetrías informativas, talentos y  creatividad) a complementar el argumento. [3] Mi análisis de las áreas socializadas se inspira en el tema Miseano,  que Rothbard también aplicó en su análisis del Estado per se. El Estado  es la socialización de la justicia, la seguridad y el castigo o  retribución y tiene en su concepción el mismo defecto de cualquier otra  actividad socializada. “Rothbard llevó un paso  adelante los argumentos de Mises en el tema del cálculo económico.  Consecuentemente, Rothbard concluyó que si el socialismo no puede  funcionar, tampoco pueden hacerlo los actos de intervención del gobierno  en el mercado. Esta posición es sostenida por un número reciente de  economistas que comparte la visión Miseana-Rothbardeana de los defectos  internos del socialismo. Paul R. Gregory y Robert C. Stuart, en un libro  popular sobre la economía soviética, escriben “La lección primordial  que debe aprenderse de este análisis del sistema de mando y  administración vertical, es que falló debido a contradicciones internas,  no al error humano. Esta verdad es importante. Las generaciones  siguientes, atraídas por las características ‘atractivas’ del sistema de  mando y administración vertical –igualdad, derecho al trabajo,  desarrollo administrado verticalmente- podrían concluir que el sistema  en sí era posible. En esta perspectiva, sus administradores –desde fines  de los 1920’s hasta principios de los 1990’s simplemente no supieron  manejarlo. Tal conclusión llevaría a una repetición del experimento con  resultados que podrían no ser previstos por generaciones futuras” Yuri  Maltsev, Murray N. Rothbard as a critic of socialism | 
 
       
		 
  
 
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