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Merkel entierra a la "ZProgresía":Márketing para un funeral.

Merkel entierra a la "ZProgresía":Márketing para un funeral.

Timeo Danaos et dona ferentes

Marketing para un funeral

 

BIOGRAFÍA

José Antonio Zarzalejos es licenciado en derecho por la Universidad de Deusto y periodista. Ha desempeñado puestos de distinta responsabilidad tanto en el Grupo Correo, primero, como en Vocento, después. Fue director del diario ABC de 1999 a 2008. Su "cuaderno de notas" pretende ser una aproximación certera a la realidad política, económica y social española e internacional.

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Despachemos lo obvio con celeridad: la reforma de las pensiones era necesaria y es mejor que se haya alcanzado con el acuerdo de los agentes sociales que sin él. Dicho lo cual, lo que aquí se plantea es cosa diferente y que se formula así: ¿Qué cráneo privilegiado alumbró la extravagante idea de vender esa reforma envuelta en un Acuerdo Social y Económico fraudulento por inexistente y hacer una puesta en escena triunfalista en la Moncloa como si el ASE fuese una reedición de los Pactos de la Moncloa? O formulada la cuestión en otras palabras: ¿Hasta dónde llega el sentido de irrealidad del Gobierno al celebrar eufóricamente lo que la prensa más próxima al PSOE de Zapatero denominó  un “pacto doloroso”? Y si quieren, una vuelta más: ¿Han perdido el Gobierno, el PSOE y los sindicatos el oremus y celebran su propio funeral publicitándolo con una suerte de marketing impostado?

No es cierto, como se ha escrito con profusión incontenida, que el pacto para la reforma de las pensiones haya dado al Gobierno un balón de oxígeno. Tampoco lo es que la visita de Merkel haya rehecho el desgarbado perfil gubernamental. Y mucho menos que los sindicatos hayan remontado de su postración. Por una sencilla razón: porque tanto la reforma del sistema público de pensiones, como los ajustes anteriores de las llamadas políticas sociales, como la virtual liquidación de las Cajas de Ahorro, son medidas que vienen exigidas por una crisis de dimensiones inéditas y dictadas por las fuerzas dominantes de los mercados internacionales y, en esencia, constituyen una reformulación a la baja del Estado de bienestar. Y así lo entienden a la perfección los ciudadanos.

No hay, pues, nada que celebrar, sino necesidad de adaptarse al nuevo escenario socio-económico e ir dinamizando procesos sucesivos de reformas estructurales. El Gobierno socialista, que se sobreseyó con simulación en el reconocimiento de la crisis, agravándola, es el autor obligado de esas reformas que constituyen el vademécum de lo que jamás haría un partido socialista y de lo que, en ningún caso, admitiría su electorado natural. De ahí que no se entienda por qué el Ejecutivo ha querido engañarnos de nuevo.

Zapatero y la canciller alemana, Angela Merkel, durante la cumbre bilateral (EFE).

El ASE (Acuerdo Social y Económico) es una falsedad política porque se trata de un pacto con sindicatos y CEOE para ampliar el cómputo para la percepción de las pensiones públicas y para elevar la edad legal de jubilación de 65 a 67 años. El resto del manido ASE no es más que humo, declaraciones evanescentes, manifestación de buenos propósitos repetidos ad nauseam, envoltura, en definitiva del pepinazo en la línea de flotación del sistema de pensiones.

Tiene todo el sentido del mundo que Merkel aplauda la reforma -y otras que vendrán- y que lo haga Sarkozy, porque responden a un modelo que se mueve en la órbita ideológica de la derecha conservadora y, sobre todo, a los intereses de sus economías nacionales en el espacio de la moneda única. También tiene sentido que los presidentes de los grandes bancos españoles consideren ésta y otras medidas de parecido corte como muy positivas porque así las valoran los mercados, que son en los que sus entidades deben girar con su negocio que Zapatero ha puesto difícil con el desplome de la marca España.

Pero carece por completo de racionalidad política, ideológica, táctica y estratégica que el Partido Socialista, el Gobierno y los Sindicatos remeden en la Moncloa episodios históricos con un campanudo acto que los ciudadanos en general lo consideran como funerario para el PSOE y para UGT y CC OO. La oposición, más en sintonía con la calle que los actores de la representación monclovita, se abstuvo de hacer bulto en el acto de la firma, dejando en una patética soledad al Gobierno y los sindicatos -los empresarios estaban en su papel después de haberlo perdido durante demasiado tiempo- en la celebración del velatorio ideológico de la izquierda española.

Más les hubiese valido dejarse de fanfarrias y haber firmado en privado el pacto de reforma de las pensiones sin tratar de sacar unos imposibles réditos políticos. Solemnizar la contradicción a las propias convicciones -eso es lo que ocurrió en la Moncloa el pasado miércoles- es una estupidez que sólo comenten políticos y sindicalistas que han dejado de auscultar el latido ciudadano. El ASE es un ménage à trois en el que el Gobierno, los sindicatos y la patronal se han tratado de rescatar a sí mismos. Pero lo han hecho tan mal y con tanta insensibilidad que el tiro les ha salido por la culata, a salvo de la CEOE que se ha comportado con coherencia en la negociación haciendo la vista gorda sobre el hecho incontrovertible de que el acuerdo es sobre pensiones y nada más que sobre pensiones.

Merkel y el complejo de inferioridad del gobierno español

La oposición, más en sintonía con la calle que los actores de la representación monclovita, se abstuvo de hacer bulto en el acto de la firma

La segunda parte del marketing funerario de la izquierda española se produjo el jueves durante las seis horas en las que la canciller Angela Merkel estuvo en Madrid. Quien crea que los muy medidos elogios de la jefa del Gobierno alemán inyectan vitaminas políticas a Zapatero, vuelve a equivocarse por dos razones: 1) porque a la ciudadanía de un país como España no le gusta que su Gobierno se someta a examen en su propia casa y 2) porque con el elogio, Merkel anunciaba nuevos ajustes de enorme calado como la desvinculación del incremento salarial de la tasa de inflación, la introducción con el máximo rango legal de techos de gasto y la homogeneización europea en el trato fiscal a las empresas.

Y si hubiese dudas sobre la interpretación de la estancia española y los pronunciamientos aquí de la canciller, ahí están algunos de los titulares de la prensa: “Merkel aprueba a Zapatero pero le pone más deberes para marzo” (El Mundo); “Merkel pone nuevos deberes a España” (ABC); “Merkel da su aprobado a España y pone deberes” (La Vanguardia); “El giro de Zapatero entusiasma a Merkel, Sarkozy y Botín” (Público); y “Merkel pone más deberes” (Cinco Días). Y en esa línea cuantos titulares se quiera.

¿Alguien puede asegurar que la dirigente  alemana dio un balón de oxígeno al Presidente del Gobierno? Parece todo lo contrario. De nuevo, esa sensación de inferioridad ante la dirigente alemana se acentuó por el formato que el Gobierno preparó para su visita a Madrid sin que ni los secretarios generales de UGT y CC OO se pisparan de que su presencia en el almuerzo celebrado –y siguen las celebraciones- en la Moncloa fue otro gancho en el estómago de sus militantes y de los electores de izquierda.

En política hay que conjugar la ética de la responsabilidad con la ética de la convicción. A veces, la responsabilidad se impone sobre la convicción pero la dignidad exige que sea con dos límites: no celebrar como un éxito político lo que constituye una exigencia responsable pero contradictoria con los principios ideológicos y, en determinadas coyunturas, como la actual para Zapatero, no atornillarse en el poder, devolver la decisión al cuerpo electoral antes que incurrir en un procaz travestismo político.

Y subrayo el concepto de travestismo porque Merkel al poner sobre la mesa el Plan de Competitividad que afectará a salarios, techo de gasto y fiscalidad empresarial, coloca un artefacto explosivo -en realidad, una bomba de relojería- en los fundamentos de la tradicional política económica socialdemócrata en Europa. Si el Plan prospera -–y debe hacerlo para que la germana aumente el Fondo de Rescate- ya puede despedirse la izquierda continental de regresar al poder en al menos un cuarto de siglo porque las políticas llamadas progresistas no serán posibles, ni siquiera la del SPD alemán.

Por descontado, el Partido Popular tiene la responsabilidad de apoyar la reforma de las pensiones y la reforma-liquidación de las Cajas. Pero nadie tiene derecho a reclamar al primer partido de la oposición española que participe en esa “Mazurca para dos muertos” -Gobierno y sindicatos- que con marketing funerario se representó el miércoles en la Moncloa. Que al menos alguien acompañe con realismo, la también realista e inevitable decepción ciudadana.

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